A 26 años de la guerra de las Malvinas. Crucero ARA General Belgrano y ARA Gurruchaga

Hace unos días recibí un comentario de Orlando Horacio que navegó en el ARA Gurruchaga y que participó en el rescate de los supervivientes del Buque General Belgrano cuando éste fue hundido en la Guerra de las Malvinas solictándome esta información, espero le guste tanto a él como a aquellos que les interese esta parte de la Historia de Argentina. De Cibernáutica, una página argentina, he sacado esta información, espero os guste.El crucero General Belgrano fue torpedeado durante la guerra de Malvinas a las 1601 hs del 2 de mayo de 1982 con 1093 tripulantes a bordo.

En el naufragio murieron 323 hombres y sobrevivieron 770. Esta historia la vamos a relatar en base a las experiencias vividas por uno de sus tripulantes, y nauta por vocación, el Sr. Marcelo Pozzo.

El relato tiene la espontaneidad de lo que no fue preparado, son las impresiones del protagonista contadas en una serie de mails que generaron la idea de escribir la historia de este barco teniendo como eje su relato.

CARACTERÍSTICAS

General Belgrano (ex 17 de Octubre. Es Phoenix CL 46)

Astillero: New York S.B. Corp Camdem. Puesta la quilla el 15 de abril de 1935, botado el 12 de marzo de 1938, completado el 18 de marzo de 1939.

Desplazamiento: 10.800 toneladas estándar, 12.650 a carga normal, 13.645 a carga completa.

Eslora: 185.4 m

Manga: 21.0

Calado máximo: 7.3 m

Armamento: (1979)

  • 15 cañones de 152 mm dispuestos en cinco torres de tres cañones cada una

  • 8 cañones antiaéreos de 127mm dispuestos individualmente

  • Dos montajes dobles antiaéreos de 40 mm

  • Dos montajes cuádruples de misiles Sea Cat.

Maquinas:

  • 4 turbinas eléctricas marca Westinghouse potencia 100.000 CVI

  • 8 calderas Babcock & Wilcox Expres

Velocidad: 32.5 nudos (cuando era nuevo)

Capacidad y tipo de combustible: 2.200 toneladas de fuel oil

Radio de acción: 7600 millas a 15 nudos.

Comentarios:

Pertenecía a la clase Brooklin de la marina de los EE.UU. La superestructura fue reducida al igual que la altura de los mástiles y removidas dos catapultas que tenia a popa para lanzar aviones. Adquirido a los EE.UU. en 1951 por $ 7.800.000 lo que representó el 20 % del costo original de barco. Transferido a la Marina Argentina el 12 de abril de 1951. Fue comisionado con el nombre de “17 de octubre” en Philadelphia el 17 de Octubre de 1951 y rebautizado General Belgrano en 1956.

El 7 de Diciembre de 1941 el Phoenix se encontraba fondeado en la bahía de Pearl Harbor, al NE de la Isla Ford siendo uno de los pocos buques de porte que no fue alcanzado por las bombas japonesas. Por ese motivo los americanos estaban interesados en comprar el barco, cuando fuera retirado del servicio, para convertirlo en museo.

El General Belgrano fue el primer barco hundido durante una guerra por un submarino nuclear de ataque.

Mi nombre es Marcelo Pozzo y era Conscripto Clase ’62. Mi función inicial cuando fui destinado luego de la instrucción era de «chafa», es decir, marinería general. En Febrero ’82 pasé a la División Máquinas, dpto. Control de Averías, desarrollando funciones de furriel en tiempo de paz; cuando fuimos para el sur, cumplía guardia de control del tablero de alarmas, pero en zafarrancho de combate, era camillero/bombero en un grupo de control de averías (se llamaban «trozos»).

Marcelo Pozzo: mpozzo@bigfoot.com

IMPACTO DE LOS TORPEDOS Y NAUFRAGIO

En mi caso particular, yendo de lleno a la experiencia vivida: a las 16:00hs del 2 de mayo de l982, dejé la guardia que cumplía en (por suerte) el interior del buque, en la central de Control de Averías, y me tiré a hacer una siestita hasta la cena, ya que tomaría guardia nuevamente a las 00:00hs. Me tiré vestido sobre la colcha de la cucheta y en el preciso momento que cerré los ojos, sentí un impacto muy fuerte desde abajo que me hizo golpear en la cucheta de arriba. Cuando caí, me envolvió una ola de calor, parecida a cuando abrís el horno prendido de la cocina, y solo atine a cerrar los ojos y gritar. Esto habrá durado un par de segundos, y en ese momento vi pasar mi vida en imágenes, como fotos (como en las películas!), impresionante. Cuando paso el lío, me pare y escuche gritos y un silencio muy particular. Después me di cuenta que era el silencio del buque: en navegación todos los buques mantiene un rumor (de las máquinas) que les da cierta vida. Llegué a la salida a cubierta y vi que desde cubiertas más bajas subía gente, en forma ordenada y tranquila!; lo que en ese momento no entendí era que todos me cedían el paso y me alentaron a salir.

Así que accedí y cuando salí a cubierta esperaba ver algo destruido, pero parecía que todo estaba en orden. El temor que corría entre colimbas eran los Exocet; durante varias noches el tema de sobremesa era cómo reaccionaría el barco ante un misil y las fantasías que corrían eran típicas de la edad. Cuando me doy vuelta veo que por el tambucho (escotilla) por donde salí yo salió un amigo mío, bastante quemado, y le pregunté qué había pasado a lo que me respondió «nos torpedearon, bolu…». Después, cuando compartimos la sala del hospital me contó su experiencia, y es un milagro que él también la cuente… Volviendo a lo mío, miré el piso y vi un charco de sangre y me dije «zas! alguien salió herido!» y cuando presté atención, el herido era yo: me sangraban los pies por haber caminado descalzo sobre los vidrios rotos hasta la escalera, me faltaban las media de nylon con las que me había acostado (sólo quedaba el elástico) y tenía la piel hecha jirones desde la rodilla hasta la planta del pie; tenía el antebrazo derecho hasta la mano totalmente quemados y un ampollón desde la muñeca hasta el dedo meñique; como me ví lastimado, y te aclaro que no sentí nada, creo que un poco por el frío que hacía y otro poco, me dijeron después, por los gases de la explosión, me fui para la enfermería. Te aclaro que hasta acá lo llamativo era el orden que reinaba entre todos: la oficialidad daba las ordenes a viva voz, porque como no había energía no había sistemas de comunicación, todo el mundo obedeciendo: Control de Averías en su tarea, tratando de mantener el buque a flote, los enfermeros atendiendo a los heridos y el resto entrando y saliendo del interior del buque en busca de gente atrapada, con varios focos de incendio que se anunciaban por un humo negro y espeso que salía del interior. Pero lo más importante fue la sangre fría y el autocontrol que teníamos todos: como yo era Control de Averías, cuando llamaron a cubrir funciones salí corriendo a mi puesto, pero un suboficial me vió y me ordenó ir a la enfermería.

Este es uno de las primeras enseñanzas de nuestra experiencia: sabemos que cuesta mucho y cada uno responde de diferentes maneras ante la misma situación, pero es fundamental mantener la calma y la claridad mental, no dejarse llevar por el momento y asignar las prioridades debidas a cada problema. Por otro lado es importante el entrenamiento: nadie quiere, ni siquiera piensa, que su embarcación puede naufragar; es necesario estar preparado, simulando en los ratos de ocio a bordo como sucedería y como debería reaccionar; al menos, tener muy claro (memorizando si es necesario) donde está cada elemento de supervivencia a bordo y transmitirlo a los tripulantes / acompañantes. Sí es un plomo, pero nadie está exento. Mi abuelo decía «nunca digas nunca…».

ABANDONO DEL BARCO

Acá vamos con el relato: cuando el zumbo me mandó a la enfermería hacia allá me dirigí. En el camino encontré a los enfermeros, que llevaban en andas a los internados (había 2 recién operados de apendicitis) acercándolos al puesto de abandono, y me mandaron directo al mío. Hasta ahí, como si nada: el único temor que tenía era clavarme alguna astilla de la teca de cubierta por andar descalzo, cosa que obviamente no sucedió. Mi puesto de abandono y la balsa a la que estaba asignado estaba «colgada» a estribor de la torre 5, la torreta de cañones ubicada mas a popa. Mi balsa era la N° 63, así que como en ese momento andaba por el medio del buque me encaminé hacia la popa. En el camino seguí viendo a mis compañeros de Control de Averías tratando de encender unas bombas de achique portátiles. En el camino me cruzó otro colimba que venía con una montaña de mantas con un tajo al medio, tipo poncho, que usaban los que hacían guardia en cubierta (para protegerse del superfrío que hacía) y al verme desabrigado me ofreció una; qué rescatable! el barco se hundía y a un tipo se le ocurrió repartir mantas entre los compañeros desabrigados; a partir de eso estoy superconvencido que a la gente uno llega a conocerla SOLO en los momentos límite.

Siguiendo el hilo, me puse el poncho y seguí caminando a popa. Para ubicarte, te cuento que el «Belgrano» tenía 182m de eslora, así que todo quedaba lejos, no? Cuando llego a mi puesto veo con sorpresa que la balsa 63 no estaba colgada; parece que con el sacudón del torpedo se saltó de la cama y cayó al mar. Te imaginarás mi cara de sorpresa y la de mis compañeros de balsa, así que disciplinadamente, pedimos autorización al jefe de la balsa de al lado para embarcar en cuando se de la orden; en ese momento, escuchamos el grito de «Abandonen el barco», feísimo! la escora era ya bastante pronunciada y costaba un poco mantenerse en pie; pegué un último vistazo a mi alrededor y ví varias imágenes impactantes: 1) había varias balsas ya infladas y en el agua, 2) la borda de babor estaba en el agua y la gente accedía a las balsas dando un pequeño saltito, 3) vi gente muy quemada, totalmente negros, calcinados, 4) el grupo de buzos tácticos armando un gomón con motor, 5) el 2° comandante parado en el puente, gritando con las manos cerca de la boca (a modo de bocina) la orden de abandono, 6) el orden y tranquilidad que reinaban.

El suboficial a cargo de mi nueva balsa me sacó de esa escena, algo surrealista, y me indicó que por estar herido, me cedían el paso para descender a la balsa. La cosa por estribor se puso algo más complicada, ya que el buque escoraba a babor y el casco asomaba bastante por la banda contraria. Alguien colgó un cabo para descender, así que empecé a bajar (descalzo!) tipo Batman, hasta que hice pie en un ojo de buey; como el resto venía bajando conmigo, me apuraron a tirarme; el mar columpiaba la balsa en ondas de unos 15m, de un lado a otro, así que calculé la trayectoria, me encomendé a Dios, y me tiré; con suerte caí en el techo de la balsa y salté como resorte para meterme adentro; me acurruqué y sentí como caían uno a uno mis compañeros. Algunos le erraron (o va con hache?) y cayeron al agua y solo pudimos rescatar con vida a 2 de ellos: los otros 3 murieron en poco tiempo, por hipotermia: luego de chapotear algunos minutos quedaban duros, con el chaleco salvavidas (qué ironía!) inflado, flotando. El petróleo que había en el agua hacía muy difícil recuperar al que erraba a la balsa, se resbalaban y no podíamos agarrarlos de ningún lado y como la balsa era casi redonda, el movimiento y gobierno de la misma para ir a buscarlos se hacía muy difícil.

Cuando no vimos a nadie más en cubierta decidimos cortar el cabo de amarre; en ese momento el buque estaba casi volcado sobre babor: veíamos perfectamente el fondo, el eje de una de las hélice, los planos antirrolido, las incrustaciones calcáreas. Como la porta de acceso a la balsa era muy pequeña, me metí y dejé al resto que remara para separarnos del barco. En un momento, comenzaron a gritar «Se hunde!» y estábamos a 5m del casco! El silencio que se hizo confirmó que todos pensábamos en lo mismo: nos chupa la succión y no contamos el cuento; un cabo primero que tenía a mi lado me abrazó llorando, y lo imité. En ese momento ví nuevamente mi vida en imágenes y algo más extraño: vi la situación desde otro ángulo de vista, como si estuviera 15m por arriba. Muy extraño. Me sacudieron de esta situación los gritos de mis camaradas: «viva la patria!», «viva el Belgrano!» y todos comenzamos a rezar. Creo que Dios nos escuchó, porque en ese momento aparecieron los buzos tácticos que con su gomón trataban de separar las balsas una a una (otra actitud rescatable, no?); nos alejaron unos metros pero igual sentimos el movimiento de la balsa hasta quedar sobre el lugar donde se hundió. Sentimos algunas explosiones submarinas y nos preparamos a pasar la noche. Ni nos imaginábamos por la que nos tocaría pasar de ahí en adelante…

SUPERVIVENCIA EN LA BALSA

Como sabrás, el Belgrano terminó de hundirse a eso de las 17:00hs del domingo 2 de mayo de 1982. Ya que en esas latitudes a las 18:00 hs ya es de noche y si le sumas que casi siempre está nublado, no pintaba nada lindo para el resto del día. Al poco tiempo se levantó una tormenta de aquellas: había olas de casi 10m, con «carneritos» y viento de 100Km/h, que bajaba la temperatura externa a varios grados bajo cero. El baile que nos pegaba el mar era impresionante: de repente la balsa subía la ola hasta que el «carnero» nos pegaba en las espaldas, haciéndonos volar hasta la otra banda de la balsa, y luego caíamos interminablemente, con una sensación a montaña rusa que te revolvía las tripas. El esfuerzo era doble cuando teníamos que volver rápidamente a nuestra posición para mantener el equilibrio de la balsa. Además, las portas no cerraban bien permitiendo el ingreso de agua cuando rompía la ola; con esa situación, la balsa mantenía siempre un fondo de 3 cm de agua que a pesar de los esfuerzos por achicar, nunca podíamos dejarla seca.

Como no me sentía muy bien (la deshidratación de las heridas empezaba a notarse) me acurruqué cubriéndome con la manta que me dieron antes del abandono y creo que legué a dormir un rato. No obstante, siempre me despertaba ya sea por una ola o por los constantes vómitos. Cuando venían las náuseas, el cabo primero que tenía a mi lado me sacaba el gorrito naval de la cabeza y me lo ponía en la cara; cuando terminaba, lo pasaban hasta el que estaba en la porta, lo enjuagaban y me volvía a la cabeza.

Algo parecido ocurría cuando incesantemente teníamos ganas de orinar; me voy a extender un poco en esto porque creo que resulta kafkiano: cuando teníamos ganas, debíamos sentarnos en el tubo lateral de la balsa y, haciendo más fuerza que cuando vas de cuerpo, embocar el chorrito en el recipiente ad-hoc (utilizábamos el envase de las bengalas, parecido al tubo de pelotas de tenis); luego el cilindro se pasaba de mano en mano hasta la porta, dándole el mismo tratamiento que a mi gorrito. Te aclaro, era una maniobra bastante complicada ya que teníamos que erguirnos para sentarnos y aguantar las olas directamente en el lomo, abrir la bragueta, ENCONTRAR AL AMIGO (nunca creí que podría desaparecer como lo hizo), hacer el esfuerzo para orinar (terrible) y embocar en el tubo derramando lo menos posible, todo en medio de los sacudones que nos pegaba el mar. Te aclaro que esto le pasaba a todos; al principio, los que estaban cerca de la puerta, de finolis, nomás, orinaban hacia afuera pero en la segunda o tercera vez empezaron a desistir ya en que la maniobra arriesgaban la vida del amigo, por la temperatura a la que lo exponían. Se llegó a montar «guardia de porta», para mantener a mano lo más cerrada posible las mismas; a pesar de que se usaban dos pares de guantes, la temperatura no permitía que se aguante más de 10 o 15 min.

Siguiendo con el tema de las heridas, al poco de comenzar «la navegación en balsa» protegí instintivamente mi mano / antebrazo lastimado contra mi pecho pero como supuraba se me pegó a la camiseta y en un sacudón de la balsa se me «despegó» y comenzó a sangrar. En ese momento pedí Pancutan o algo parecido del botiquín para ponerme y me vacié el pomo en la zona quemada; después me ayudaron con un vendaje que evitaría que se pegue a la ropa nuevamente.

Como te dije, el piso de la balsa mantenía siempre un fondo de agua, que estaba muy fría y que me hacía perder la sensación en la punta de los dedos del pie, así que empecé a moverlos metódicamente, para evitar el famoso pie de trinchera; por suerte, gracias a esto, zafé!

Hasta ahí pasábamos el tiempo en silencio, aunque el suboficial a cargo de la balsa se esforzaba en mantenernos despiertos, cantando o rezando. El sentimiento general que reinaba a bordo era de tranquilidad y esperanza, al punto de que en los pocos comentarios que se hacían se relacionaban a cómo nos avistarían o con qué medio nos rescatarían.

RESCATE

Por suerte, la mañana siguiente amaneció con mejor clima, permitiéndonos ver el sol de a ratos y dándonos esperanzas en cuanto a la proximidad del rescate. La mañana pasó sin novedad, creo que dormí un poco hasta que a eso de las 13:00hs un avión Neptune pasó rasante saludando con sus alas al mejor estilo película de Hollywood. Te imaginarás la desesperación que teníamos por hacerle señales para que nos vea: tratamos de encender las bengalas (con instrucciones EN INGLES!!!) y fallamos en las que disparan, pero tuvimos éxito en las de mano. Desesperados, pensando que éramos los únicos sobrevivientes ya que no veíamos a nadie cerca. Después nos dimos cuenta que los vecinos más cercanos estaban a menos de 100m; el problema era que la profundidad de las olas hacía que las balsas «desaparecieran» en sus senos y cuando nosotros subíamos, apenas divisábamos una o dos balsa en la lontananza.

Seguían los comentarios, algo más animados. Al poco tiempo, apareció otro avión, creo que un F28 de la ARA y otra vez empezamos con los gritos, aullidos, viva la patria y todas esas cosas que son en realidad más para adentro que para afuera. El rescate no podía tardar. Lo extraño para mí en toda esa situación era que no conocía a ninguno de los que me acompañaban. A algunos era la primera vez que los veía, pero el sentimiento y la comunión que había sobraban para nombrarlos «amigos de toda la vida».

Poco rato después se hizo de noche nuevamente y así pasó el lunes; nadie lo expresaba, pero todos teníamos miedo de otra «nochecita» como la anterior, así que las guardias en la porta eran permanentes y más con intención de ver el rescate que de cumplir la función específica. A pesar de los avistajes del mediodía, recién a medianoche empezamos a ver los reflectores de los buques de rescate, que poco a poco se iban agrandando; recién a las 04:00hs del martes un reflector se fijó en nuestra balsa y acompañó la maniobra hasta que abarloamos y tomamos contacto. En nuestro caso, fue el Aviso Gurruchaga el que nos rescató; maniobraba con dificultad, por el estado del mar, bastante movido todavía y que tenía otro pronóstico de tormenta para esa noche, que por suerte venía demorada.

Para abordar la instrucción fue que rompiéramos el techo de la balsa, cortándolo con las navajas marineras que teníamos en nuestro poder. Cuando mis compañeros lo hicieron pensé que sería un problema volver a usarla con el techo así: pensé que ése era mi barco! algo loco, no? Siguiendo las instrucciones, pidieron que subieran los heridos primero. Parece que yo era el único a bordo, así que me paré y me prendí de la escala de desembarco que colgaba de la banda de babor del Gurruchaga; subí un par de escalones hasta que mirando para arriba les grité: «suban que no doy más!». Me subieron a bordo y en el preciso instante en que dos marineros me abrazaron, mi cuerpo se desconectó; literalmente, estaba conciente, podía ver la cubierta por donde me arrastraban pero no podía mover un músculo, ni siquiera podía mantener la cabeza erguida. De ahí me llevaron al interior, me desnudaron, me hicieron las primeras curaciones y me cubrieron solo con una manta. Todavía mis compañeros me cargan cuando nos vemos porque, cuando recuperé las fuerzas, me paseaba en bolas por el barco, saludando a todos, hasta al Capitán, que en ese momento me abrazó.

EN TIERRA

Bueno, la cosa siguió así: cuando llegamos a Ushuaia me llevaron al Hospital Naval y me hicieron las curaciones correspondientes; me trataron bárbaro, la gente te daba mucha fuerza, enfermeros, médicos, la gente de la ciudad venía al hospital y nos atendían y te daban charla; ahi me junté con otros cuantos que estaban quemados o sufrieron el frío. Se rescataron varios cadáveres de gente que abandonó en balsas donde la cantidad no superaba los 5 tripulantes; se rescataron un par de balsas dadas vuelta, una con un par de cadáveres, la otra vacía. El agua en el piso provocó varios «pie de trinchera», pero todos estos casos se salvaron de mayores (amputaciones).

De ahí me llevaron en un avión sanitario al Hospital Naval de Puerto Belgrano, junto con el comandante: nos daba mucha fuerza el viejo y nos alentaba constantemente con frases como «fuerza, mis conscriptos!» o «vamos marino!». Un kilo, se pasó!. No obstante, en la camilla arriba de la mía estaba un cabo ppal. que no aguantó y falleció, así que todos rezamos por su descanso en ese momento.

Cuando llegué al hospital me metieron en un sala de terapia intensiva. Vino un capitán médico con una palangana y un cepillo de cerda, de esos para lavar la ropa, y me dijo: «qué preferís: lavandina o jugo de limón?». No entendía nada, pero por las dudas elegí lavandina, ya que me acordaba que de chico, cuando te caía jugo de limón en alguna lastimadura te ardía mucho; el tipo llenó la palangana con lavandina, cazó el cepillo y me dijo:»gritá todo lo que quieras, pero si me tocás, te pongo un bollo!» y empezó a cepillarme las heridas de las piernas; los gritos míos se escuchaban hasta en la Antártida. Después me explicó que para evitar que la herida se infecte, el método más efectivo era ése. Cuando terminó con las piernas siguió con el antebrazo y con la mano y hasta ahí llegue; cuando terminó me desmayé. De más está decirte que las heridas por quemaduras son muy dolorosas, no solo por el tratamiento, sino por la recuperación; zafé de los injertos, a pesar de tener quemaduras de 1°, 2° y 3° grado en un 25% de mi cuerpo.

Lo más grande fue cuando un par de días después, el jueves, del lado de afuera de la ventana de la habitación aparecieron mis viejos: mi mamá, como todas las madres, se largó a llorar (y no paraba!) y mi viejo hacía algunos chistes (malos, por cierto) aguantando las lágrimas. Ellos no tenían noticias mías desde el hundimiento así que estaban desesperados; mi vieja se coló en un pasillo y nos vimos justo cuando me llevaban a terapia para las curaciones: ahí me dí cuenta de lo jodido que estaba! lo noté en su cara que apenas alcanzó a darme fuerzas…

Bueno, saliendo de esto, que me estoy poniendo algo melancólico, pasé 30 días internado y después me redestinaron a BsAs, para seguir haciendo la colimba! hasta octubre del 82. Por suerte cai en el Apostadero Naval de Dársena Norte y fue bastante liviano, ya que en los 4 o 5 meses de colimba que pase ahí hice una guardia de imaginaria y otra apostado. Claro! era el furriel que confeccionaba las listas de guardias, así que te imaginarás, todo el mundo venía al pie a la hora de los problemas…

A partir de ahí parece que todos los que vivimos esa situación tenemos un mensaje común: existe un solo problema que no tiene solución y se trata de la muerte. Todo lo demás es solucionable o pasajero. Es algo así como que se necesita una vivencia tan profunda para entender la verdadera escala de valores. Y todos coincidimos en lo mismo; salvo contadas excepciones, la mayoría de nosotros, oficiales, suboficiales y colimbas hemos salido adelante laboral y/o profesionalmente, formando nuestras familias y creciendo humanamente. Pero nunca perdimos, más bien mantenemos y reafirmamos el espíritu de cuerpo: seguimos viéndonos periódicamente, donde nunca faltan las anécdotas de aquella época; pero el sentido más importante que motiva estas reuniones es resaltar el honor y el orgullo de haber pertenecido a aquella dotación del Crucero General Belgrano. Y como misión nos hemos impuesto honrar a los 323 compañeros, héroes, que quedaron en el sur dando su vida por una causa justa, por la Patria.

EL BARCO

ver imagen ampliada

Crucero ARA General Belgrano (foto enviada por Marcelo Pozzo)

fotos enviadas por Marcelo Pozzo
01/05/82 Maniobra de reabastecimiento del Crucero ARA General Belgrano, son las últimas fotos del buque navegando y fueron tomadas desde el petrolero Puerto Rosales. (fotos enviadas por Marcelo Pozzo)


(foto enviada por Marcelo Pozzo)

EL ATACANTE

El submarino de ataque nuclear Conqueror, de la clase Valiant/Churchill (4.368 T) enviado al atlántico Sur el 4 de abril de 1982, hundió al Belgrano el 2 de mayo. En la foto aparece a su regreso a Escocia, al final del conflicto.

El Conqueror fue el primer submarino nuclear de ataque del mundo en hundir un barco durante un conflicto armado.

EL NAUFRAGIO

Fotos tomadas por el Teniente de Fragata Sgut


Comentario: El Belgrano antes de la guerra había sufrido una avería en la proa por la cual unos 20/30 m tuvieron que ser reparados. En las fotos se ve claramente como falta toda la sección de proa hasta la primer torre triple, pudiendo ser este un indicio de que la zona había quedado debilitada.

De Historia y Arqueologia Marítima

saco las siguientes fotos y datos técnicos.

REMOLCADOR DE MAR / AVISO A.R.A. «Francisco de Gurruchaga» A-3

Historia del buque.

El Aviso ARA Francisco de Gurruchaga, ex Luiseño, ATF 156, fué construído en Charleston EEUU en Junio de 1945.

Especificaciones Técnicas

Desplazamiento: 1731 Tn. a plena carga. Dimensiones: 62.5 x 11.7 x 5.2 (mts) Propulsión : Diesel-Eléctrico – 4 GM 12-278, 4400 HP, 4 Generadores – 1 motor 3000 HP – 1 Hélice. Velocidad : 16 Nudos. Autonomía:6500 Millas náuticas a 15 Nudos. Tripulación: 85 Hombres. Cañones:2 ametralladoras Oerlikon 20 mm. 3 ametralladoras dobles Breda Bofors 40/60 mm., en 2 montajes dobles y 1 simple. Radares: Búsqueda Superficie : Racal Decca 626. Navegación : Racal Decca 1230.

El «Gurruchaga» en Buenos Aires en 2002. (Foto Ignacio Amendolara)

El relato que va a continuación está sacado de la web Belgranovive.

RESCATE

Vay

EL AVISTAJE

…hasta que un acontecimiento verdaderamente grato y casi milagroso vino a redoblar las esperanzas, revitalizando aun a aquellos que ya entraban en el sopor del cansancio mental y físico, preludio de una inconsciencia mortal a corto plazo.

Eran exactamente las 13.15 hs., de ese lunes 3 de mayo, cuando el ruido del motor de un avión conmocionó a todos. Los ubicados cerca de las portas, asomaron rápidamente sus cabezas por las escotillas para buscar lo que intuíamos que era una aeronave. Y como si fuera el despertar de una horrible pesadilla, entre nubes plomizas y algún reflejo de sol, se dejó ver con claridad la silueta de un avión naval Neptune…

Seguramente el Comandante del avión y su tripulación, estarían experimentando en ese preciso instante, similares emociones que aquellas dotaciones de allá abajo. Por ello, para que no quedaran dudas de que habíamos sido avistados, el avión comenzó a realizar alabeos y picadas sobre el mar. Al mismo tiempo, arrojaba señales de humo que hasta parecían brindarnos calor.

Sólo en ese momento, supe que otras balsas acompañaban a la nuestra. ¿Cuántas serían?… por cada picada computaba una y fueron muchas. Dios fue muy generoso al permitirnos ver esta señal de vida.

A partir de allí sólo quedaba aguardar la llegada de naves de rescate, y afortunadamente no tuvimos que esperar mucho. Escasos 80 minutos después se avistaron sobre las crestas de las olas los mástiles de un buque. Su estrepitosa sirena fue como un conmovedor llamado a resistir un poco más, pues ya estaban ahí…

Pese a verlos tantas veces en puerto y en el mar, nos costó identificar de inmediato aquellos palos grises. Sólo al perfilarse parte de la superestructura, supimos que se trataba del Destructor ARA Piedra Buena. Al poco tiempo se sumó el Destructor ARA Bouchard y luego el Aviso ARA Francisco de Gurruchaga. Vimos entonces conformado un potente equipo de rescate de la Armada Argentina que lograría a través de un esfuerzo titánico y sostenido, recuperar de unas aguas posesivas una cantidad de sobrevivientes como nadie podía imaginar a esta altura de los acontecimientos.

Comenzó de inmediato el acercamiento de los buques a las balsas más cercanas. Lo hacían con precaución y prevención como para no lastimar ese valioso cargamento humano. Se trataba de acumular rápida y urgente experiencia por cada balsa rescatada, pues la tarea era absolutamente inédita para las dotaciones de los buques.

¡Y en cada acción, esos hombres exudaban profesionalismo y sacrificio,
como demandan las mejores artes del mar ante las graves emergencias!

Los primeros rescatados, ya sintieron el calor que emanaba de la devoción con que esas tripulaciones de los buques se brindaban a los hombres del Belgrano. También al pisar esas rígidas cubiertas, descubrieron el propio desgaste físico al comprobar la inestabilidad de sus cuerpos, ante una acción tan sencilla como mantener la vertical sin ayuda. Aquella posición fetal por tantas horas, había producido un descontrol o desequilibrio en los nervios de las extremidades inferiores.

Los jarros de chocolate, mate cocido y caldo humeante que comenzaron a circular, eran bebidos con avidez, no importando cuán calientes estaban. Todo resultaba un espléndido manjar, que se convirtió en exquisito con la aparición de los emparedados de carne a la plancha. Para ello las cocinas trabajaban sin cesar, con la ayuda de improvisados y voluntarios cocineros.
Algunos hombres eran casi desnudados y cubiertos con mantas secas y calientes. El personal de sanidad realizaba una tarea extenuante. Las quemaduras eran la exteriorización más patética de lo vivido y en determinados casos su gravedad hacía temer por la sobrevivencia.

Mientras tanto, los buques seguían esquivando balsas para acercarse a otras, en función de la mejor y más rápida maniobra. Eran las 16 hs., del lunes 3 de mayo y parecía que la tarea debería seguir ininterrumpidamente por muchas horas más.

Mientras los locales y alojamientos de los buques se poblaban de sobrevivientes, las teletipos canalizaban agitadamente esa información hacia las distintas centrales de comunicaciones de la Armada.
A las preocupaciones intrínsecas del rescate, para cada Comando se sumaban las emergentes de un posible ataque por parte del submarino.

LA NOCHE DEL 3 DE MAYO

Al acercarse la noche del lunes aún quedaban balsas por recoger. Las tripulaciones se volvían a encontrar frente a una oscuridad que no por conocida dejaba de atormentar. El endemoniado viento que nuevamente azotaba la zona, nos presagiaba nuevos y graves problemas.

Era una ayuda psíquica muy importante ver pasar a cierta distancia los palos de un buque para rescatar otra… y otra balsa. Pero en contraposición, crecía la ansiedad por saber si la propia había sido divisada. Otra noche igual, tenía la agravante de un mayor desgaste físico y de saber de antemano lo que nos esperaba. Sería una reedición aumentada.

A la oscuridad exterior se sumó la interior de las balsas, pues la luz de emergencia ya tenía poca fuerza lumínica, o estaba apagada desde muchas horas atrás. Los rostros volvían a desdibujarse… Nuevamente las voces y las palabras tomaron protagonismo. Entre los comentarios, algunos se referían a una posible suspensión de las tareas de búsqueda y rescate por falta de visibilidad y por causa del temporal. Pero inmediatamente un reflector, un foco de señales o el sonido próximo de pitos y sirenas, marcaban una continuidad, por cierto que en condiciones muy penosas.

A medida que corrían los minutos se escuchaban en las balsas, nuevas sugerencias para adoptar distintas acciones preventivas como por ejemplo, la oportunidad de uso de las últimas bengalas. Mientras unos preferían mostrar con ellas la actual posición, otros pedían reservarlas para cuando algún buque estuviera más cerca. La lógica se entremezclaba con la impaciencia para que todo terminara cuanto antes. Pero las bengalas no eran tantas como para satisfacer a todos…

Lo anterior, tenía un aspecto muy positivo para mantener activa la propuesta de vida que nos habíamos formulado… El criterio de la Fe, resurgía sobre otros pensamientos y daba resultado. Y lo notable fue que se trataba de una Fe voluntaria y trascendente, más allá de lo impuesto o predicado… Ya veríamos hasta dónde este concepto arraigó en todos los corazones de los hombres del Crucero ARA General Belgrano.

En esa otra noche casi interminable, los buques seguían recuperando hombres del mar. En cada uno se había adoptado la maniobra más adecuada y rápida, para aproximarse y transferir las dotaciones.

Pero luego de recuperado el personal, debía identificarse la balsa vacía, para que algún buque de rescate no volviera sobre ella. Tampoco podía malgastarse un tiempo precioso izándolas a bordo, teniendo en cuenta el estado del mar que complicaba todo. De manera que la primera alternativa válida fue arrojar pintura sobre el techo, que dio resultado en algunos casos y la otra alternativa adoptada y efectiva, fue la destrucción de la balsa vacía, mediante disparos de fusil contra los flotadores. Ello evitó esfuerzos perdidos que hubieran sido de magnitud, dada la cantidad de esas embarcaciones que flotaban en el área. No había dudas de que hasta ese momento habían cumplido sobradamente con el objetivo para el cual se fabricaron. Ya no podían seguir prestando utilidad…

Cuando ya había transcurrido gran parte de la noche austral, fueron recogidas todas las balsas de ese gran grupo. La última fue la numeral 31 por parte del Aviso ARA Gurruchaga… Dice su Comandante: La nave zarpó de Puerto Belgrano el 3 de febrero y salvo 10 días en puerto, estuvo todo el tiempo navegando. Luego de varias tareas en la zona sur, finalmente fue parte integrante de las fuerzas navales argentinas en la guerra, como estación de socorro. EI 2 de mayo por la noche, salimos en la búsqueda del Crucero. Varias horas después escuchamos un pedido de auxilio en 2.182 Kc. Seguirnos con la búsqueda hasta que afortunadamente se tuvo conocimiento de balsas en la zona. Rescatamos unos 360 hombres, desde 20 balsas. En la última luego de muchas horas, hallamos al Comandante del Crucero ARA General Belgrano. En la tarea de rescate y en todos los casos, hubo generosidad, desprendimiento… estoy orgulloso de mi dotación que sin excepción se brindó sin desmayos.

EN LOS BUQUES DE RESCATE

A bordo de los buques de rescate, se produjeron los reencuentros entre los hombres del Belgrano así como la revalorización de la dotación como unidad indivisible, como equipo de trabajo y como partícipes de un dolor común por los amigos perdidos.

También afloraron lágrimas retenidas… y nos regocijábamos al ver caras que dudábamos de encontrar… por eso el corazón reventaba de alegría… ¡Pero sabíamos que mañana debíamos enfrentar la otra cara de la moneda, al tener el resultado total del rescate!

A bordo del aviso, los rescatados estaban descansando en cualquier lugar que fuera posible, ya que las cuchetas, bancos y mesas no dejaban más posibilidades de ubicación. Puede imaginarse fácilmente el espectáculo que ofrecían los locales, al tener presente que la dotación normal del buque eran 50 personas y con los embarcados totalizaban ahora más de 400.

En los casos de los destructores, la ubicación era más cómoda pues los buques eran más amplios. A su vez el número de rescatados era menor. De todas maneras se vivían idénticas sensaciones, pues la materia prima de sus componentes humanos era la misma.

Cuando yo accedí a la cubierta del Aviso ARA Gurruchaga, el Comandante de ese buque me ofreció respetuosamente su ayuda, para acompañarme hasta su propio camarote. Los músculos y la mente comenzaron a volver a la normalidad. Pero yo vivía interiormente una profunda desazón, que de ninguna manera tenía derecho a reflejar ante mis hombres.

Ya no sentía el gozo y la plenitud del Puente de Mando del Crucero ARA General Belgrano. Pero seguía siendo el Comandante de aquella formidable dotación y esa responsabilidad no la hubiera cambiado, ni ahí ni nunca, por ningún otro cargo o función.

Después de unos sorbos de café caliente, que entremezclaba su sabor en un paladar saturado de sal marina, decidí recorrer los locales donde estaba parte de mi dotación. ¡Por fin, había llegado el momento deseado de ver a mis tripulantes!. Al bajar la primera escala, experimenté una difícil emoción, en medio de abrazos, risas y gritos. Todos hablábamos en voz alta y con increíble fuerza, como si quisiéramos hacernos escuchar hasta por nuestros propios enemigos. Y en esos alaridos sobresalían los VIVAS que ya se habían escuchado como homenaje a nuestro buque. Tal vez estaban representando la impotencia para recuperar lo perdido. En ese momento no lo razonábamos así e hicimos simplemente lo que sentíamos…

Era muy agradable volver a estar juntos y, después de esas demostraciones, vinieron las preguntas desordenadas para saber tal o cual cosa… entre las que sobresalía la suerte corrida por los otros hombres.

¡Al pasar a otro local, me encontré con el Suboficial que me había acompañado en el buque hasta el final… Con el me estreché en significativo y emotivo abrazo por su nobleza, por su actitud y porque ella simbolizaba el espíritu de un verdadero buque,
con más alma que la de muchos hombres que habitan la Tierra!

Las opiniones de los sobrevivientes sobre los buques de rescate, son todas coincidentes en cuanto a la profesionalidad y a la atención recibida, como la del tripulante que dice:

El desempeño del personal fue brillante por su eficiencia desde el punto de vista profesional pero también lo fue desde el punto de vista humano.

No dudaron en cedernos sus lugares de descanso y se desvivían por atender con presteza todos nuestros requerimientos. A ellos vaya mí agradecimiento y reconocimiento por esa conducta propia de verdaderos hombres de mar.

Ya eran las 05.30-hs., del martes 4 de mayo, cuando el Aviso puso proa a Ushuaia, por estar colmada la capacidad. Su velocidad, sensiblemente menor que la de los Destructores, aconsejaba iniciar la travesía en primer término, mientras aquellos continuaban la búsqueda con luz del día.

En Ushuaia se había preparado la maniobra de recepción, individualización y recuperación, así como todo lo concerniente a la hospitalización de los heridos y al traslado de todos los sobrevivientes a la Base Naval de Puerto Belgrano.

Nunca esa hermosa ciudad fueguina había compartido una situación de la magnitud como la que se le presentaría poco después, aunque en otras ocasiones fuera testigo de otros siniestros. En efecto, la Armada y las costas patagónicas ya habían sido sacudidas por anteriores golpes del mar, cobrándose muchas vidas navales.

El 22 de septiembre de 1949, el Rastreador ARA Fournier naufragó en medio de un temporal en los canales fueguinos. Murió toda su dotación, compuesta de 73 hombres

El 15 de octubre de 1958, el Remolcador ARA Guaraní naufragó a 7 millas al sur de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Había zarpado desde UshuaiaL para apoyo logístico y meteorológico a un avión DC-4 de la Aviación Naval destacado hacia la Antártida, para transportar plasma y medicamentos para un Cabo del Destacamento Naval Melchior, operado de urgencia. Ese mismo día 15 en que el avión cumplió con éxito su misión, el Guaraní enfrentó un gran temporal del Oeste, que desgraciadamente lo abatió para siempre. Los 38 hombres del buque desaparecieron en el naufragio.

Sirva esta evocación para rendir nuestro homenaje a todos los hombres que en la zona perdieron la vida, mientras estaban tras un ideal o una vocación de servicio. Y también para esos pueblos patagónicos que palpitaron y palpitan con un sentido nacional que los distingue y los honra.

Cuando los dos destructores emprendieron el regreso a Ushuaia, en el área de búsqueda quedaba el Buque Polar ARA Bahía Paraíso. Esta impecable y moderna nave construida en un astillero argentino, pertenecía a la Dirección Nacional del Antártico. Era tripulada por la Armada Argentina a través de un convenio de complementación.

Por orden del Comandante de Operaciones Navales, debían aprovecharse las excelentes condiciones de esta nave en el área de la sanidad. En sólo 13 días se lo transformó, con el apoyo de los Talleres Generales de Puerto Belgrano, en excelente buque hospital.

Se lo dotó con personal de sanidad necesario y suficiente. De esa forma, 24 médicos incorporados podían cubrir las distintas posibilidades patológicas, secundados por 50 enfermeros.

De manera que con una estructura y organización modelos adecuadas en un todo a la Convención de Ginebra de 1949, este buque zarpó el 26 de abril para el área de Malvinas. No imaginaban sus tripulantes que pocos días después, participarían en un trance tan dramático como el rescate y recuperación de los hombres del Crucero ARA General Belgrano. El 4 de mayo recogió su primera balsa y permaneció en la zona por varios días más, para asegurar un mar totalmente vacío de embarcaciones de salvamento.

EN USHUAIA

Al bajar desde los buques de rescate, en Ushuaia, nos sobrecogió pisar tierra firme, aunque sólo se tratara del muelle.

Una larga fila de ómnibus y un grupo de ambulancias marcaban las diferencias con aquel camino que tantas veces transitamos, en oportunidad de atracar con algún buque al puerto local.

Los camilleros transportaban cuerpos casi inanimados. El acceso a los ómnibus fue lento y ordenado como para no perturbar los pensamientos que regían las conductas de los sobrevivientes. Ni el público ni los periodistas destacados en la capital fueguina, pudieron ingresar al puerto, en una transitoria restricción.
Ya en el hangar de la Base Aeronaval, caminamos entre andariveles donde se distribuían prendas nuevas de recambio. Algunos debieron desenredar de sus piernas aquellas tiras de mantas y sábanas que las envolvían, a modo de vendaje, para preservarlas del frío de la travesía o para suplantar los inexistentes zapatos. Posteriormente llegó la etapa de la alimentación.

Desde la llegada hasta la salida de Ushuaia, todo el personal del Crucero fue tratado con la misma consideración, sin que la jerarquía motivara alguna diferencia. Yo personalmente, recorrí el mismo circuito que todos mis hombres y comí la misma comida. Tuvimos los mismos diálogos y en nuestra tensa y grave espera transitamos los mismos senderos de adentro y afuera de los hangares de la Base Aeronaval de Ushuaia.

Como todos, resigné los deseos de hablar por teléfono con mi familia, dada la prohibición impuesta por las circunstancias que rodeaban nuestra llegada y condición. Como todos los sobrevivientes gocé del mismo cálido abrazo del sol fueguino que parecía lucir con más fuerza que nunca. Es que hacía muchos días que sólo veíamos un cielo plomizo y nubes de tormenta…

Las distintas horas de arribo de los buques de rescate, demoró los encuentros de todos los sobrevivientes.
En el piso del hangar quedaban nuestras prendas que usamos en la travesía en balsa. A cuántos de nosotros nos gustaría volver a tocar aquellos paños endurecidos por la sal, para que nos ayudaran a no olvidar los hechos trascendentes que vivimos. ¡Aunque duelan!

En esos momentos, la Armada estaba distribuyendo los listados de los rescatados. En algunos casos, estaba confirmada la muerte o desaparición de algún tripulante, por haber arribado su cadáver a Ushuaia en los buques de rescate o por declaraciones de algún compañero que había presenciado un desenlace fatal. La esperanza que tendrían las familias por la falta del nombre del ser querido, también nos tocaba a nosotros. Aún deberían pasar muchas horas para cambiar la incertidumbre por la realidad, fuera buena o mala.

A 05.30 hs. había arribado el Destructor ARA Piedra Buena que fue el primer buque de rescate en llegar a Ushuaia. El Segundo Comandante del Crucero llegó en el, tal que cuando yo llegué en el Gurruchaga nos pudimos ver y un abrazo silencioso plasmó la vigencia de un sentimiento mutuo, real y profundo que sentíamos como hombres, como marinos y como integrantes del Comando del Crucero ARA General Belgrano.

Después del mediodía arribó el Destructor ARA Bouchard con 64 sobrevivientes y desde el muelle traté de adivinar los rostros de quienes componían esa formación en la cubierta del hangar del buque.

Todo se transformó a la vista mutua de quienes arribaban y quienes esperábamos. Surgieron y se cruzaron desaforados gritos de ¡VIVAS! a la PATRIA y al BELGRANO. Eran articulados con bronca y dolor, con una mezcla de amor y respeto y con sabor de desafio a la vida, a otros, al mundo… En ese momento se los veía con tanta fuerza en sus pechos, que parecían dispuestos a enfrentar cualquier otra adversidad. Después del amarre, los abrazos y nuevamente las preguntas sin respuestas…

EL REGRESO A PUERTO BELGRANO

Penosa y lentamente, se estaba cerrando en cada tripulante una etapa de sus vidas a la que seguramente volverían con recuerdos agigantados. Podrían asimilarlos con el paso del tiempo, pero nunca olvidarían aquella campaña donde las virtudes tuvieron especial protagonismo.

Un llamado a la realidad fue la orden de prepararse para ascender a los aviones según los listados de tripulantes para cada viaje. Yo sabía que debía viajar en el primer vuelo por razones protocolares, dado que al arribo del primer contingente a la Base Aeronaval de Comandante Espora, se oficiaría la recepción oficial de la dotación ante autoridades, un público numeroso y el periodismo nacional y extranjero.

Pero decidí permanecer en Ushuaia porque era desde donde mejor pudiera seguir el desarrollo de la situación en el área de rescate. Más que una responsabilidad, era una necesidad espiritual que gravitaba sobre cualquier otra consideración.

El primer avión, un Focker F-28 de la Aviación Naval, bautizado con el nombre de Islas Malvinas aterrizó en Espora a 12.15 hs., del miércoles 5 de mayo con los primeros 70 tripulantes. Resultó muy difícil contener a la gran cantidad de gente que rodeaba la pista. Allí estaban las familias que buscaban el rostro querido así como numeroso público que deseaba exteriorizar su acogida a esos hombres.

Lógicamente, se encontraba presente el periodismo nacional e internacional, convocado por una expectativa singular. El alto número de periodistas concurrentes, reflejaba de por sí la trascendencia de la noticia que a continuación fue transmitida en forma de texto, sonido e imagen a todo el mundo. Seguramente nadie olvidará aquellas muestras de hombres con los puños cerrados y gritos de Patria en la boca, que identificaron a la dotación del Crucero ARA General Belgrano.

El periodismo nacional no sólo buscaba la noticia, sino también cubrir la información para quienes esperaban tener noticias de sus seres queridos, como los listados de sobrevivientes y de aquellos números telefónicos con característica 311 de la Dirección General del Personal Naval, a los cuales se podía recurrir para conocer la situación de tripulantes.

El desfile hacia los ómnibus, realizado con aparente naturalidad, trataba de neutralizar el verdadero estado de ánimo. Así fueron accediendo a cada vehículo que los trasladaría hacia la Base Naval de Puerto Belgrano, donde los esperaba una organización de profesionales como nunca se había conocido, para los consiguientes exámenes psicofísicos.

Los diarios y revistas publicaron comentarios de los hombres del Crucero como por ejemplo el de un Conscripto: Sentí miedo al principio pero cuando vi la disciplina y la serenidad con que se encararon las tareas de abandono del buque, me tranquilicé y me sentí orgulloso de formar parte de este grupo que, en un momento de tanta angustia, podía actuar en modo tan ordenado y heroico.

Con sólo 20 años de edad, el destino le había permitido penetrar en el misterio del honor y del valor… del sacrificio y la solidaridad… de la fe y del patriotismo sin condiciones… Seguramente hoy, más hombre por derecho propio, más maduro por edad y encauzada su vida, recordará con cariño y emoción aquel espíritu dominante en el Crucero ARA General Belgrano y posiblemente nadie podrá ya confundirlo con las diferencias que existen entre la teoría y la realidad.

Así los hombres regresaban con una extraña sensación de incredulidad, al pensar que no encontrarían en su apostadero habitual la querida figura de su Crucero. En su lugar, habría una porción de dársena vacía, tan vacía como la ausencia de algunos de sus tripulantes.

Era ya entrada la tarde fueguina cuando se decidió trasladar a los heridos graves internados en el hospital. El mismo sería efectuado en el último vuelo y en un avión naval especialmente acondicionado como sanitario.

Como no se preveía la entrada de otras unidades navales en las próximas 48 horas, pues sólo quedaba en la zona de mar para continuar la búsqueda, el Transporte Polar ARA Bahía Paraíso, decidí viajar en ese avión, acompañando a mis hombres gravemente heridos. También lo haría el Jefe de Sanidad del Crucero y un grupo de médicos que habían arribado oportunamente desde Puerto Belgrano para la primera atención de los rescatados.

¡A los comandos y tripulaciones que hicieron posible extraer casi de las mismas entrañas del mar -luchando a brazo partido contra los peligros del enemigo, de la naturaleza y del propio riesgo de la maniobra- a varios centenares de hombres que sólo tenían la fuerza de la fe y la esperanza, les reitero en nombre de quienes integraron la dotación del Crucero ARA General Belgrano, el reconocimiento a vuestra acción!

Finalmente llegó el momento de embarcar las 19 camillas que transportaban a los hombres con los cuadros más agudos entre los rescatados, en su mayoría con graves quemaduras en todo el cuerpo y algunos en estado de coma. Componían ese valioso pasaje doce suboficiales y siete conscriptos.

Durante el vuelo dimos ánimo a esos hombres que estaban luchando por sus vidas. Les pedíamos un último esfuerzo para no desfallecer, mientras los médicos les prestaban la máxima dedicación sanitaria posible. Para que la expresión de nuestros rostros no nos delatara, debimos encubrir la preocupación que nos causaba ver sus cuerpos tan afectados y disminuidos. Rogábamos a Dios para que a aquellos que habían soportado valerosa y estoicamente la travesía en balsa no se les negara el derecho de llegar…

Desgraciadamente, el extremo desajuste de sus funciones vitales determinó que un Cabo Principal falleciera durante el vuelo. Fue un rudo golpe para quienes estábamos presentes. Y aún faltaba el triste fallecimiento de un Conscripto poco después de llegar.

El resto del grupo afortunadamente logró sobrevivir, después de recibir en el Hospital de Puerto Belgrano un tratamiento excepcional, desde el punto de vista médico y humano.

¡Gracias! queridos hombres y mujeres de la Sanidad Naval por la idoneidad, dedicación y humanidad con que fueron tratadas las benditas heridas de nuestros hombres del Belgrano.

Este último vuelo finalizó en Espora a 19.30 hs. Ya no había público y la noche se apoderó del escenario. Al abrirse las portas del avión, una larga fila de ambulancias marcaba el camino de las camillas. Potentes reflectores mostraban la ubicación de médicos y equipos así como permitían observar la preocupación y el recogimiento en todos los que aguardaban la llegada.

Una guardia militar con sus fusiles al hombro, marcaba la inconfundible tradición naval, aun en los momentos críticos.

Al pisar la pista fui saludado por autoridades e intercambié información acerca del desarrollo de los acontecimientos del día, en relación con el arribo de mis hombres a Espora.

Cuando las ambulancias comenzaron a desplazarse con rapidez hacia la salida, avanzamos lentamente en nuestro camino hacia el automóvil que debía trasladarme a Puerto Belgrano

Cuando estábamos más cerca, vi abrirse la puerta del vehículo y salir corriendo hacia mí una figura que se desdibujaba por la oscuridad pero que me hizo latir fuertemente el corazón.

Pese a desconocer su presencia, no fue equivocada esa reacción, porque se trataba de mi querida esposa, que había viajado desde Buenos Aires… Al abrazarla con fuerza, sentí como nunca la ternura de su amor… y a través de ella, el invalorable cariño de mis hijas Estela, Cristina y Cecilia. Sólo a partir de ese momento, me reencontré a mí mismo como esposo, padre y amigo que era, además de Oficial de la Armada Argentina.

La penumbra que invadió el ambiente, después de apagarse los reflectores, parecía penetrar dentro mismo del alma. Habían pasado sólo 20 días desde la zarpada, pero representaban un tiempo casi infinito.

Era el regreso al apostadero y en otra situación, hubiera sido causa de goce y alegría. Ahora no. Nuestras propias reacciones escapaban aún de la completa voluntad, como el atleta que no puede controlar sus músculos inmediatamente después de un gran esfuerzo físico.

¡Por otra parte, sabíamos que nada ni nadie podría modificar nuestras acciones anteriores. Buenas o malas eran actitudes marcadas a fuego en la historia de una campaña. Se irían descorriendo con el aporte de cada uno y de todos. Así se podría llegar a tener la más veraz y completa representación de la acción!

Teneis mucha más información aquí.

15 respuestas

  1. BUENO ESTIMADO LA VERDAD LE TENGO Q DECIR MUCHAS GRACIAS POR RESPONDER Y LO FELICITO POR LA INFORMACION QUE USTED DETALLO LE DIGO MAS HOY EN DIA MANTENGO CONTACTO CON MARCELO POZZO UN HERMANO PARA MI Y CON EL SEÑOR COMANDANTE DON BONZO HECTOR ELIAS DESDE ARGENTINA UN FUERTE ABRAZO Y HASTA PRONTO

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  2. Amigo Orlando, tengo un cariño muy especial por Argentina quizá debido a haber estado en diversas ocasiones en el país, no lo sé.
    Por otro lado la guerra a la que aludimos la vi pasar cerca de mi, afortunadamente estalló cuando ya había salido de la Argentina.
    De otra parte nunca me gustaron las guerras aunque sean por una causa justa pero menos cuando un gobierno, en este caso el argentino, se mete en ella apelando al patriotismo para ocultar otros graves problemas.
    Desgraciadamente por esta razón murieron muchos argentinos inocentes.
    Siempre tendreis mi colaboración y siempre serás y sereis bienvenidos a este blog.
    Un saludo desde España.

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  3. soy un extripulante de glorioso francisco de gurruchaga el famoso artillero, que con orgullo de haber participado en el rescate de otro glorioso como el crube aun recuerdo como si fuera ayer cada detalle , desde el chinguillo recostado en una banda del buque como el esfuerzo llevado cada uno de nosotros que estubimos en cubierta tratando de dar vida y esperanza a cada uno que subian, solo dios fiel testigo de un milagro del mar. quiero contactarme con alguien para terminar mi libro OJOS DE LA NOCHE un abrazo y viva la PATRIA carajo.

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  4. Espero que otros argentinos que participaron en esa contienda lean este escrito y os podais poner en contacto.
    Solo puedo ofreceros mi colaboración desinteresada para que eso sea posible,
    Un saludo.

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  5. hola RUBEN bueno si tienes hotmail o telefono para llamarte y ver como va tu libro un fuerte abrazo desde concordia entre rios ORLANDO HORACIO CISNERO

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  6. […] A 26 Años de la Guerra de las Malvinas. […]

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  7. […] Guerra de las Malvinas de 1.982 – II […]

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  8. Soy español y gallego, y como muchisimos habitantes de este rincon de España, tengo muchos vinculos con Argentina.Mi madre nació alli y mis abuelos tuvieron una hacienda ganadera cerca de Zarate en la primera mitad del siglo 20, ademas sigo teniendo familia en Argentina, descendiente de aquella generación de gallegos que allá emigraron en masa.
    En los 80 viví por la tele (pues fué una de las primeras guerras televisadas) el conflicto de las Malvinas y tengo que decir que el resultado fué para mi humillante y descorazonador. Una vez más la potencia colonial europea hacia funcionar la politica de la cañonera y mandaba a su flota a devolver las cosas a su sitio, es decir al sitio donde siempre estuvieron, al imperialismo absolutista anglosajón tambien aplicado por los EEUU, con el pretexto de salvaguardar su democracia y su libertad.
    Y esa politica la aplican implacable, impune y despiadadamente amparados en una ficticia razón que les asiste no se sabe muy bien por que tipo de derecho o ley, pues el sentido comun no lo hace. En el caso de las Malvinas, se nos vendió la moto de que aquello era una dictadura monstruosa que habia invadido un pedazo de un pais democratico y que este no tuvo mas remedio que defenderse.Lo que no tenian en cuenta era que los paises, democraticos o no,estan hechos por las gentes que los pueblan, y no solo por sus gobernantes, que pueden ser buenos o malos dependiendo de las epocas. Y que las Malvinas son reclamadas legitimamente por los argentinos desde hace mucho tiempo no por los militares solo. En este sentido, el final de la guerra no es mas que una tregua entre 2 paises en el que uno ejerce de legitimo propietario y el otro de colonizador. Por lo tanto la muerte de argentinos en dicha guerra no puede ser considerada como la de invasores sino como personas que legitimamente defienden su territorio, pero por otro lado fué un martirio inutil y doloroso. Mi sensación en aquellos dias era de impotencia pues Argentina fué abandonada a su suerte por todo el mundo por ser una dictadura y su derrota fué vendida como la derrota de las dictaduras tiranicas vencidas por la democracia occidental. Si aquello hubiese sucedido hoy en dia otro gallo hubiese cantado.
    Nunca se presentó en Europa como un capitulo doloroso en el que murieron inocentes pensando solo en la defensa de su patria no en invadir a nadie, y dentro de ese dolor inutil, el capitulo del Belgrano fue el mas inutil, penoso y trágico.

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    • Todo lo que dices es cierto Miguel pero hay algo que no es exactamente así.
      algunos dias antes de desencadenarse el conflicto, cuando ya Argentina había invadido las Malvinas, yo me encontraba en Buenos Aires y viví, de algún modo, el conflicto que se estaba gestando.
      Argentina estaba gobernada por una panda de dictadores pero el pueblo argentino ya se había hartado de sus abusos y empezaba a rebelarse. El gobierno estaba en un verdadero aprieto y como arma de salvación acudieron al patrioterismo.
      Reavivaron el tema Malvinas, invadieron las islas y pasó lo que todos conocemos.
      Los verdaderos culpables, visto desde fuera, no fueron otros que los gobernantes argentinos que por salvar su culo mandaron a una muerte cierta a tantos y tantos argentinos.
      Ahora Argentina debe luchar con otros medios para recuperar las Malvinas, ojalá tenga más éxito, recupere las Islas y no pierda ninguna vida de ningún argentino.

      En cuanto al apoyo yankee y occidental a el Reino Unido, es lo que vengo denunciando una y otra vez en casi todos mis escritos. Esperemos que Obama cambie esa tendencia, aunque no confio demasiado en ello.
      Un saludo.

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  9. Maticemos la culpabilidad de las muertes en las Malvinas.
    Soy europeo y democrata, pero eso no me hace participe del ‘todo vale» porque la razón me asiste por el simple hecho de ser democrata,o el »a Dios rogando y con el mazo dando». La democracia es teoricamente, mientras no se descubra otro mejor, el menos malo de los sistemas, pero no es perfecto,y encubre muchos abusos amparados en su teorica bonanza, basta recordar que HItler fue elegido democraticamente y tuvo un culto como una divinidad durante su mandato y el resultado todos lo conocemos. Las democracias occidentales sobre todo las anglosajonas, son una forma de encubrir un sistema economico de libre mercado capitalista y una forma de salvaguardar sus intereses y su modelo de vida opulenta,explotando a terceros paises o pueblos e impidiendoles ser participes de dicho bienestar.
    Lo peor de esto es que aplican este modelo por la fuerza y de forma brutal, la historia reciente esta llena de ejemplos. Irak,Vietnam,Palestina,Hiroshima y Nagasaki ( ¿que podemos esperar de un pais capaz de usar la bomba atomica 2 veces contra poblacion civil sabiendo los efectos destructores de la 1ª?), Todos estos genocidios son excusados al amparo de la democracia, cuando en realidad no tendrian excusa y serian juzgados como crimenes de guerra si los gobernantes fuesen de otros paises, cualquiera que fuese el tipo de gobierno de estos. En otras palabras, la democracia excusa todo si esta es aplicada por ellos, los que la exportan y defienden,es decir los del norte.Y como vencedores, ellos cuentan la historia desde su punto de vista.
    Las Malvinas fueron en ese sentido un crimen de guerra y pueden tener otras lecturas que las simplistas de echarle la culpa de todo a la junta militar(que la tuvo mayormente), puesto que la teorica parte buena y democratica no se limitó a dialogar y obtener la razón por este medio, sino que sabiendo la falta de apoyo externo de Argentina, no se atuvo a miramientos y actuó igual que USA en Irak y otros sitios, contraviniendo el derecho internacional y la ONU y llevó a la muerte a miles de inocentes que no habian derramado sangre en su ocupación simbolica de su propio territorio historico. Pero creo que hubiese pasado lo mismo con democracia en Argentina, puesto que America latina es el solar o patio de atrás de los del norte e Inglaterra no deja de ser un apendice del imperialismo democrático.Digamos que fué una advertencia sangrienta a otros paises de la zona con posesiones o intereses britanicas o yanquees en su territorio, una forma de decir quien es cada cual y que es lo que permite el gendarme de la democracia y de occidente.Permite ladrar al perro sin escucharlo pero si muerde lo reprime duramente para que sepa su lugar, eso si haciendole saber que la razoón la tiene el, porque la casa y la comida son suyas..
    En mi opinion Obama no va a cambiar nada. Harían falta 100 años de presidentes como Obama para notar algun ápice de cambio, pues el sistema economico imperialista es el problema, no el sistema politico,que seria casi perfecto si no estuviese subyugado al primero.

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  10. […] En un emotivo acto se recordó ayer a los 323 tripulantes que se hundieron con el Crucero ARA General Belgrano. […]

    Me gusta

  11. El articulo es conmovedor y absolutamente valioso.
    A lo mejor me puedas ayudar, necesito saber como puedo ubicar alguna dereccion para buscar en la nomina de tripulantes a mi hermano, quien estuvo en el Gurruchaga durante el conflicto y hoy intento ver si podemos gestionar su jubilacion ya que no cuenta con muchos recursos economicos.Desde ya muchas gracias queridos y anonimos heroes.

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    • Pues como no te dirijas directamente a la Armada Argentina lo veo dificil.
      En estos momentos no se decirte donde, lo miraré y si encuentro las direcciones ya te las cuelgo.
      Saludos.

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  12. Honor, gratitud, reconocimiento, enorme cariño y admiración para Ustedes, marinos del Crucero Gral. Belgrano.
    Vivirán en la mente y el corazón de los argentinos, que sin banderas políticas y coyunturales, amamos a nuestro país.
    César

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