Recuerdos de Castillejos (فندق). Tercer recuerdo III

Continuación de Recuerdos de Castillejos (فندق). Tercer recuerdo I.

Recuerdos de Castillejos (فندق). Tercer recuerdo II

Autor: Luis Torti Gil

 

—-“C H U R R O”—–“M E D I A M A N G A “ — “ M AN G O T E R O “  —

 

Nonaspe (Foto Andrés Llop)

Pero el que desbancó a  estos juegos y se convirtió en el más practicado dentro de esta gama de los saltos, fue uno que trajeron unos hermanos catalanes que un buen día  aterrizaron por aquí al venir su padre a trabajar como encargado de la fábrica  “Crinveca”. Vivian en un chalet detrás de la aduana junto a una cancha  de frontón  perteneciente a la casa.  ¡Ay!,….¡¡Cuantas partidas de pelota vasca no habré jugado  allí mientras hacíamos tiempo  para entrar en la clase de don Juan Villodres q. e. p. d.  !!.

Rafael Arnau era el mayor de los hermanos y cuando llegaron ya tendría 13 ó 14 años. Era alto, algo rubio “panocha” con los ojos un poco “achinados”  y  era un tipo simpaticote  y buen chaval. Su hermano Ángel era menor que yo  3 ó 4 años y se parecía algo a su hermano. Le recuerdo   con el pelo rubio rojizo   y de punta, con  pecas y algo patoso.

Se caía con frecuencia y  se peleaba con su hermano que metía con él y le hacía llorar. Ambos iban al colegio oficial. Rafael con los mayores, es decir, con don Salvador y Ángel con don Vicente Zaragosí.

Uno de los días que estábamos en el recreo jugando a no sé  qué, Rafael sugirió que jugásemos a “churro, media manga y mango entero ”( lo de “mango entero” quedó en mangotero”). “Ninguno de lo que estábamos allí, no conocíamos ningún juego con ese nombre  y nos mirábamos unos a otros, con extrañeza preguntándonos  qué tipo de juego seria con ese nombre tan raro. Nos lo explicó así: Se colocaba uno que no quería saltar, de pie, con la espalda apoyada en la pared  y su función, era servir de amortiguador para no abrirte la cabeza cuando saltaras.  Un primer jugador se colocaba encorvado, con el hombro apoyado en la barriga del que estaba de pie y la cabeza girada a derecha o izquierda pero mirando hacia el suelo. A continuación se colocaban dos , tres…… según los que querían participar, todos con la misma postura, inclinados con la cabeza entre las piernas del que le precedía formando una “oruga “de robustas y mullidas espaldas. Solo existían dos requisitos a cumplir; uno, que el número de los que estaban formando la “oruga” tenía que ser el mismo de los que saltaban y dos, los que estaban agachados, no debían ver a los que se les subían encima.  Se escogían los dos grupos por uno de los métodos ya explicados procurando ser equilibrados. Igualmente se echaba a suerte que grupo se pondría como “oruga”.

 

Niños jugando a "¡churro va!" en Daroca (Foto: C. García)

¡Ya se podía jugar!. Entre los que saltaban, se ponían de acuerdo en el orden que lo harían  porque de ello dependía, en ocasiones, continuar siendo los saltadores y no  soportar el salto, ni el peso, del otro equipo. Decidido el orden del salto, el primer saltador cogía carrerilla y… ¡ A volar! El salto tenía que intentar alcanzar subirse a la espalda del primero  que estaba junto al de la pared de forma, que dejara espacio para los sucesivos saltadores. Una vez, ya todos subidos encima  de forma que no pudiera ser visto por los del grupo “sufridor”, el elegido, con la mano derecha señalaba en la mano izqda.  la muñeca a  la vez que decía—“Churro”—Desplazaba la mano derecha  hacia el codo diciendo  —“Media manga”  — Por último, colocando  la misma mano en el hombro preguntaba –o “Mangotero”, ¿adivina  lo que es ?— dejando señalado una de las tres partes. El elegido de los  agachados tenía que responder una de las tres partes, o “ Churro”, “Media manga” o “Mangotero”. Si  contestaba –¡Media manga!  y era  “Churro”, continuaban siendo los que se quedaban debajo y solo cuando acertaban se hacia el cambio de posiciones. En ambos casos  se iniciaban el turno de saltos

El juego era muy divertido y tenía sus trucos. Uno de ellos era cargar el peso de los saltadores sobre la espalda más débil de los “porteadores”  de manera que no pudiera soportar el peso  y al rendirse, continuarían estando debajo. En ocasiones, el salto no era bueno y quedabas algo inclinado,  ocasión que aprovechaban” los sufridos agachados” para moverse y conseguir que se caigan, cambiando el turno a saltadores. Igualmente si los saltos no eran buenos y no dejaban  espacios suficientes para el resto de saltadores, estos acababan en el suelo, produciéndose también el cambio.

———           A  L A   G U E R R A        ———

Otros juegos al aire libre estaban supeditados, con frecuencia, a la película que se proyectaba aquella semana en el cine de la parroquia. Por ejemplo: “Objetivo Birmania “  una magnífica película bélica   basada en un episodio que trataba en facilitar el desembarco de los americanos en Birmania durante la segunda guerra mundial.

Según el impacto que producía entre  los críos, aquella semana ya sabíamos a que jugar. Generalmente íbamos al bosque de eucaliptos a la altura del cementerio que generalmente era el sitio de partida. A partir de ahí, se distribuían los dos bandos previamente elegidos  como era costumbre y nos adentrábamos en el bosque  a escondernos    entre los árboles y  matojos que crecían entre ellos. Bajábamos  y subíamos las lomas que formaban el bosque y acabábamos apareciendo en el barranco del Negrito persiguiéndonos y haciendo prisioneros imitando las acciones y expresiones que habíamos visto en la película. Recuerdo que   bajando de una de las lomas, casi a mitad de camino hacia El Negrito, había un enorme eucalipto  tumbado arrancado de la tierra  no sé si a consecuencia de las lluvias o por su enorme envergadura que, por la pendiente, sus raíces no  soportaron el peso y acabó cayendo  dejándolas al descubierto. Este árbol servía de referencia para orientarnos y era parada obligatoria para subir y bajar por él como si fuera un puente natural entre una loma y otra dejando paso a un regato generalmente  sin agua. A pesar de que llevaba tiempo en ese estado mantenía ramas aún con vida. Cerca de este eucalipto,  a medida que bajabas hacia la playa, otro árbol de menor tamaño, pero también  bastante grande,  yacía horizontalmente paralelo al fondo del barranco y  tenia restos chamuscados posiblemente por algún rayo. Ambos  árboles rompían la monotonía vertical del bosque y además de ser un buen sitio para esconderse, eran  muy estéticos.

—–    L O S   I N D I O S  ——

Lo mismo ocurría si la película era de  “indios”. Ejemplo: “Murieron con las botas puestas” una magnífica película de John Ford  que narra la muerte de un regimiento del 7º de caballería al mando del tnte. Coronel Cúster  en la batalla de Littel Big Horn contra los sioux guiados por Caballo Loco.  La fórmula era la misma  solo que  en vez de soldados, éramos “indios” y  “vaqueros”. El escenario era el mismo y también el recorrido. Para jugar a los “indios” me hice un penacho de plumas de gallinas y pavos que recogí en la granja de Baeza y aunque no me quedó muy bien, cumplía la misión  para lo que estaba hecha. ¡Ah! Ahora recuerdo que mi hermano Andrés llevaba un auténtico revólver  de tambor tipo “Colt”, que se encontró enterrado en la playa  pasado el puente de Condesa. Tenía el armazón del revólver con tambor y gatillo incluido  en buen estado y siempre pensamos que posiblemente había sido usado  en la batalla de Los Castillejos. Le tengo que preguntar si aún lo conserva.

Una de las veces que jugábamos en los eucaliptos cerca de uno de los árboles caídos,  a uno de nosotros le salió casi de los pies,  una enorme culebra , dándole un susto de muerte. Unos asustados y otros atrevidos, tratamos de matarla, pero la serpiente subía por la ladera más rápido que ninguno de los que trataban alcanzarla  pues además, los que la perseguían, tenían más miedo que otra cosa.  Total, que la culebra  se escurrió entre la  hojarasca desapareciendo para tranquilidad de asustados y perseguidores. Pero en más de una ocasión la caza tuvo éxito, aunque con culebras más pequeñas.

—–  L A   V A G O N E T A   —–

Durante el curso escolar, todas las tardes íbamos a clase con don Juan Villodres  para preparar las asignaturas que al día siguiente daríamos en el instituto en Ceuta. Siempre íbamos con bastante antelación para jugar un rato antes de que llegara  don Juan de su trabajo en el banco.

Algunas tardes  en invierno, cuando llovía, era el día idóneo para ir a jugar, (bueno, más que juego, era  travesura) a las bóvilas de la cerámica. Ya teníamos cogido el hábito del guarda que, cuando llovía, no salía de su garito y para nosotros era ideal porque, además de no mojarnos, podíamos meternos por todos los secaderos de ladrillos y demás  recintos de la fábrica, que era enorme, “casi” con plena tranquilidad. Las naves de los secaderos y almacenaje eran muy largas y tenían  unos artilugios que nos atraían poderosamente….¡¡ Unos largos raíles y magníficas vagonetas!! Había de dos clases, la  clásica vagoneta de las minas, y el tipo carretilla, que no era otra cosa que, una plataforma sobre cuatro ruedas con una barra gruesa terminada en la punta con una más delgada que servía de agarradero y tirador. En la ida, iba delante y atrás, a la vuelta.

 

Restaurando vagonetas

Subíamos por el descampado  entre el poste de gasolina y las primeras casas hacia el cementerio para no levantar sospechas hasta llegar a la parte alta dejando atrás la vivienda del encargado de la fábrica sr Chacón. Con cautela y en silencio, inspeccionábamos el terreno y la posición del vigilante procurando ir a por las vagonetas más distantes de donde estuviera. Ya dueños de la situación, allí estaban esperándonos las vagonetas diciéndonos….¡¡Disfrutadme!!

Al principio las empujábamos despacito para comprobar si hacían mucho ruido y al estar bien engrasadas, se deslizaban sin esfuerzo y muy suavemente, pero a medida que íbamos cogiendo confianza, las vagonetas llegaba un momento que iban a toda pastilla y el problema era frenarlas al final de las vías. Como consecuencia de las carreras, el “track, track”, de las vagonetas, el jolgorio que formábamos, las chirriadas de las frenadas y el retumbar del enorme ruido que se armaba, acababa por alertar al vigilante que acudía dando gritos y acordándose de toda nuestra familia y si nos llega a coger a alguno, mal lo hubiera pasado.

Cuando aparecía  el vigilante, salíamos corriendo   dispersándonos entre los corredores de los almacenes y escondiéndonos entre las “pilas” de ladrillos  a esperar que el guarda volviera a su  caseta y pasado un buen rato, nos agrupábamos de nuevo y volvíamos a las  mismas vagonetas o a otras de  un almacén mas alejado.

En una ocasión estuve a punto de tener un grave accidente, cuando en “la borrachera” de la diversión, apareció el guarda y todo el mundo saltó de la carretilla que iba a toda marcha. Con las prisas, la tensión, el miedo a que te cogiera, la velocidad, etc. salté perdiendo el equilibrio y a punto estuve  que me arrollara la carretilla  y me aplastara una mano. Como pude me levanté del suelo poniendo pies en polvorosa ante la proximidad del vigilante. Por suerte solo me hice unos rasguños, la desolladura de una rodilla, tres días dolorido, todo sucio y un susto de muerte.

¡¡ Era una travesura maravillosa!! Lo tenía todo: emoción, tensión, riesgo, peligro, estrategia, compañerismo, participación, complicidad, en suma,¡¡Diversión!!

Algunas tardes en verano, cuando el sol iba perdiendo su fuerza y no hacia tanto calor, también nos dejábamos caer por La Cerámica y sus vagonetas.

Nota: Todas las fotos están debidamente enlazadas a sus lugares de origen.

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5 respuestas

  1. Información Bitacoras.com…

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  2. Estimado Luis:
    Desde Colonia, Alemania, donde me encuentro en este momento, gracias. Tus relatos me han deleitado. Yo viví en Castillejos desde 1940 a 1952, etapa que recuerdo de inmensa felicidad. Mi casa estaba en las llamdas de la Cerámica, casi en la esquina de la manzana, tenia como vecino a Zoilo Duarte, después estaba la tienda del Chami y frente a esta la del Moreno (Alí), al volver la esquina estaba el camino del Cementerio. Una de las pruebas de valentía a que nos sometiamos eran las visitas nocturnas a la puerta del cementerio, el primero debía llevar algún objeto que luego debía recoger el siguiente, etc. Hablando de serpientes o culebras, el guarda del bosque de los aucaliptos nos contaba historias de una serpiente «aspid» que entrañaba un alto peligro, claro su intención era asustarnos para que no fuesemos, pués algunos árboles sufrian daños con nuestra presencia.
    Haces referencia de Don Juan Villodres, yo también estuve en sus clases en el edifcio de la aduana, quiero dejar constancia de su calidad humana, también de Erundina, su mujer. También fui a unas clases particulares que impartia Don Salvador por las tardes en su casa y disfrutasr de su mano ligera, para mi fue un buen maestro y lo recuerdo con afecto, , su caligrafia era una obra de arte, hizo unas colecciones de insectos y vegetales que supusieron un premio en un concurso escolar celebrado en Tetuán, no puedo decir lo mismo del Padre Adolfo, su arma preferida era una varita de mimbre con la que no tenía misericordia, tampoco la tenía cuando subía al púlpito y despellejaba a quien le venia en gana. Recordaréis a Gregorio el de la Drogueria. Había unos hermanos Granados que trabajaban en la Cerámica, uno de ellos era un excelente mecánico de coches. Otro bello recuerdo es el de los pesacdores y la extracción del copo, con el pescado saltando, para mi, procedente de una zona rural del interior de Almería, suponia un espectáculo maravilloso.
    Me despido.
    Un fuerte abrazo.
    Diego

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    • Hola Diego.
      Ya debe hacer fresquito por Alemania. Sigue atento a los relatos de Luis pues aún me queda mucho por colgar.
      He decidido, de acuerdo con Luis, en dividir su escrito en varios capítulos pues es mucho lo que me mandó y se trata de hacer amena la lectura. Ya lo dijo Baltasar Gracián, «lo bueno si breve, dos veces bueno».
      Saludos.

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    • ¡Hola Diego ! Gracias por tus comentarios y me alegra que ellos te hagan recordar personas y lugares de nuestro querido Castillejos, precisamente esa es mi verdadera intención, hacer revivir a los que lo lean que reverdezcan sus recuerdos y los exponga, enriqueciendo cada uno con sus vivencias este estupendo punto de encuentro que nos ofrece José Antº. Para mi sacarlos de mi memoria me está suponiendo una descarga enorme de tanta nostalgia que tengo acumulada y que por circunstancias que no quiero exponer aqui, me alivia de casi una obsesión por Castillejos y mi paso por allí.
      De mi pueblo natal,San Andrés en Canarias guardo también buenos recuerdos, asi como de mi juventud en Málaga, mi estancia en Madrid, Guadalajara y Barcelona. pero de ninguno de esos lugares, tengo tantas añoranzas y recuerdos felices.No en vano, alli tuve mi paso de la infancia a ir descubriendo todo lo que despues la vida me fué ofreciendo.
      En estos momentos estoy escribiendo nuevos «recuerdos «en los que hablaré de las escuelas, los pescadores que llamaban «los Muertos», que eran dos hermanos Rafael y Pepe que vivian detrás de mi casa. Por cierto, aclárame lo que tu llamas las casas de la Cerámica porque yo las confundo con las de la Aduana,es decir, la del bar Tropical, la de Juan y Socorro del bar Plata,la de Antº el cartero, la de telegrafos y las agencias , la de la familia del » Peque»,el carpintero y no recuerdo quien más, Y luego habian las que estaban pasado el poste de la gasolina donde vivia Carmen Ramos y posiblemente tu y algunos más ,que yo no llegué a conocer plenamente porque tu, Zoilo ,los Veleños, los hijos de los carpinteros y algunos más erais en aquellos momentos los «mocitos» del pueblo y aunque os conocia ,pero viviamos a distinto nivel de relaciones por cuestiones de edad.
      Bueno, frente de esas casa vivia en una especie de chalet la familia de Umbría y al final de ese bloque de viviendas creo recordar que era la subida al cementerio y a la derecha estaba el cuartel de La Guardia Civil donde vivia Manolo Gil que era de tu edad y su hno. Antº que era de la mia. También en esas casas vivieron Pepe Gadea y su hno Antª que no sé si llegastes a conocer porque llegaron pasados el año 52, creo..
      Aprovechando esta ocasión, le envio a José Antº un par de fotos de los «mocitos » que os sustituyeron a los de tu edad y seguro que algunos conocerás.
      Por favor, no dejes de contarnos cosas de Castillejos y me gustaria hacerte algunas preguntas de gentes y cosas de alli porque tengo muchas lagunas a la hora de escribirlas.
      Bueno, deseo lo pases bien en Alemania. ¡ Aquien se le ocurre ir en esta época para allá con lo bien que se está en Almeria! Abrígate y recibe un fuerte abrazo.

      L. Torti

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  3. Diego perdona ,donde digo que el cuartel de la Guardia Civil estaba subiendo a la erecha de la cuesta al cementerio, me he equivocado, deberia haber puesto a la izquierda.¡ A estas alturas ya no sabe uno ni dónde tiene las manos!.
    Un abrazo.

    L. Torti

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