Mustafá Abdel Jalil. MIKEL AYESTARÁN
Mustafá Abdel Jalil dedica las 24 horas del día a la revolución. Este juez nacido en Bayda, doscientos kilómetros al noreste de Bengasi, es el presidente de la Asamblea Nacional y dirige el movimiento rebelde que desde hace cuatro semanas mantiene contra las cuerdas al régimen de Muamar Gadafi. Casado y padre de ocho hijos, en 2006 fue elegido ministro de Justicia, cargó que abandonó al inicio de la revolución «para unirme al pueblo frente a la masacre del régimen».
En voz baja, sin quitarse su inseparable «sanna» (gorro de fieltro) y con el rostro cansado recibe a este periódico en su cuartel general de Bayda, una sencilla habitación de hotel. Cumpliendo con la fama de hombre austero y honesto que no se enriqueció pese a ocupar un cargo de gran responsabilidad, sigue fiel a este establecimiento que desde el primer día abrió sus puertas a Abdel Jalil y a su equipo de colaboradores sin miedo a posibles represalias. Aquí se gestó el nacimiento del Consejo Nacional y desde aquí dirige la batalla contra Gadafi.
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El rebelde más buscado
La semana pasada Gadafi envió a Bayda a catorce sicarios para acabar con su vida, pero no lograron su objetivo. Es el político más odiado por la dictadura. Tras ejercer de juez entre 1978 y 2006, Abdul Jalil fue elegido por
Saif al Islam, hijo del líder, para dirigir el ministerio de Justicia. Natural de Bayda, 200 kilómetros al noreste de Bengasi, durante toda su carrera se ha forjado una reputación de hombre honrado que le ha llevado a convertirse en la referencia del bando rebelde. Durante su etapa en el ministerio fue el primero en reclamar reformas y el único que criticó abiertamente algunas decisiones de Gadafi.
El 17 de febrero se convirtió también en el primer alto cargo del régimen en unirse a la revuelta. Desde entonces comenzó a gestar el Comité Nacional que ahora suple al gobierno central en la Libia liberada. Casado y padre de ocho hijos, dos de los cuales viven en el Reino Unido, su seguridad personal la forman un hermano y un primo suyos. Viaja en una humilde furgoneta y vive en estado de alerta permanente porque sabe que su cabeza tiene precio. Pero, estando a su lado, parece increíble que un hombre tan calmado pueda ser ese «líder rebelde» por el que régimen está dispuesto a pagar casi medio millón de dólares.
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Los nobles y honestos son los más peligrosos para los regímenes corruptos y autoritarios, pueden demostrar que se puede gobernar «de otra forma».
Salu2
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