La Autoridad de Antigüedades de Israel acaba de presentar un hallazgo que evidencia la extensión del poder de los faraones Oriente adentro: un sarcófago de 3.300 años de antigüedad descubierto cerca de Nazaret, rodeado de vasijas y armas, en el que se guardaba un sello de oro que alude a Seti I, que reinó en el siglo XIII antes de Cristo. La zona entonces era conocida como Canaán y estaba bajo poder administrativo de los egipcios, que usaban el valle del descubrimiento, el de Jezreel, como vía natural de comunicación con la actual Siria, hasta donde llegó su dominio.
“Es algo fascinante, excepcional”, como lo describe Edwin Van Den Brink, uno de los investigadores que han liderado el proyecto, junto a Dan Kirzner y Ron Beeri. No es el primer sarcófago de la tardía Edad de Bronce que se encuentra en la zona, pero hacía 50 años que no se localizaba uno y, sobre todo, no tan al norte. Las excavaciones tuvieron lugar entre diciembre y el mes pasado y costó casi tres semanas sacar el ataúd, roto en decenas de pedazos. Los restos se encontraron por casualidad, en mitad de las obras de uno de los mayores gasoductos de Israel, a la altura del monte de Tel Shadud. Y esa es ahora la pena de los investigadores: la “práctica certeza” de que hay más que descubrir pero los trabajos arqueológicos se han dado ya por finalizados para dejar avanzar las cañerías.
El enterramiento encontrado está hecho de arcilla, es cilíndrico y su tapa lleva esculpido un rostro humano, “muy hermoso, muy sereno”, a juicio del profesor Van Den Brink. “Es una suerte porque, aunque todo está fracturado, la cara se ha mantenido casi intacta”, explica. Estaba rodeado de varios tarros de cerámica y vasos de culto, en los que se habría almacenado alimentos, vajillas y huesos de animales, destinados a proporcionar protección y sustento al muerto en una vida futura, una práctica clásica del Egipto de los faraones. Dentro del sarcófago había un esqueleto adulto y junto a él, una daga, una copa y varias piezas martilladas, todas de bronce. Muy cerca se han encontrado cuatro tumbas más, de dos hombres y dos mujeres, posiblemente miembros de la misma familia del dueño del sarcófago.
La Autoridad de Antigüedades está ahora decidiendo si somete los restos humanos a análisis de ADN, para ver si el fallecido era un cananeo o un egipcio trasladado a la zona, clave para asegurar rutas comerciales y la recaudación de impuestos de los faraones. La tesis de los expertos es que se trata de un funcionario, que trabajaba a las órdenes de los egipcios, “miembro de la élite local”, capaz de pagarse un enterramiento que no estaba al alcance de cualquiera. También podría ser un rico que imitase las costumbres funerarias egipcias que se estaban ya popularizando en la nueva zona de dominio, pero hay un detalle importante que, en principio, les lleva a rechazar esta tesis: la aparición, en el sarcófago, de un sello de oro con un escarabajo, usado para sellar documentos. Ahí está el vínculo con el gobierno. Sigue leyendo
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