Cuando las luces del cielo se empiezan a encender

Este artículo lo escribí hace tiempo en el foro de “El Periódico” e iba dirigida al compañero Jon Kepa. 

Con vuestro permiso  lo  redactaré aquí y éste escrito será para todos vosotros.En algunas noches de primavera la ciudad de Olimpia es testigo de un fenómeno curioso. Desde las huertas  los campos que bordean el santuario de Zeus, el lugar sagrado en el que celebraban las competiciones deportivas más famosas de la historia, miles de luciérnagas surgen al caer la noche. Su luz verdosa, intermitente, inunda de destellos los campos que rodean el recinto del santuario y una atmósfera irreal,maravillosa, parece parar el tiempo, acallar los sonidos de la ciudad actual y amplificar los ecos de la historia antigua.

En todas esas lucecillas que vuelan a nuestro alrededor anida una historia, un amor, un recuerdo. Las voces de los que vencieron en las competiciones, el grito de los espectadores animando a sus conciudadanos, el bullicio de los mercadilos alrededor del recinto del Altis, todo un mundo perdido hace ya tiempo renace en esos mágicos destellos que iluminan los recodos de la historia.

También brillan en ellos la memoria de los que compartieron la vida con nosotros. Transformados en luz en esas noches de primavera, los familiares, los amigos ausentes nos visitan, nos hablan, nos recuerdan que perviven en nosotros su recuerdo. Rodeados por la paz que existe en Olimpia, abrazados a la historia de aquel lugar mágico en el que la flor de toda la juventud griega competía cada cuatro años, los recuerdos nos asaltan y, con ellos, no sólo aparece el eco de la Grecia remota, sino el alma de nuestro propio pasado.

La fe en el hombre, la confianza en la bondad natural de la inmensa mayoría de los seres humanos, el convencimiento de que nuestro mundo puede alzarse sobre los escombros de todas las guerras, renacen cada primavera en Olimpia. Desde sus bosques la luz de la esperanza desciende sobre todos los viajeros que caminan por sus calles y senderos y enre las casas, las tabernas y las tiendas, un perfume de azahar ablanda el corazón de las estatuas.

Las luciérnagas de Olimpia parecen volar sin rumbo en la noche, a merced de las brisas que surgen del río Alfeo. Oscilan, suben y bajan ,caen y se levantan, y con la medianoche ,comienzan a desvanecerse. 

Contemplándolas, siguiendo sus vuelos, es fácil simbolizar en ellas la luz que, desde las lejanas noches de hace casi tres mil años, sigue brillando en las tierras helénicas. 

La luz de la antigua Grecia reaparece en las noches primaverales de Olimpia. Su brillo nos maravilla y nos transporta, una vez más, a otros mundos que todavía no hemos perdido para siempre.

En Grecia sigue reluciendo la dulce luz de la esperanza.

Actorsecundario en Por la Paz y la Libertad (Quiron . wordpress)

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