Una de las mayores sorpresas que experimenté a la vuelta de mi exilio fue encontrarme con la percepción, bastante generalizada en los medios de comunicación españoles, de que la dictadura que existió en España había sido un régimen autoritario dirigido por un caudillo, el general Francisco Franco (de ahí que se la llamara dictadura franquista), que con el tiempo fue convirtiéndose en una dictadura blanda que, en su evolución (dirigida por el rey), llegó a ser un régimen democrático, homologable a cualquier otra democracia en Europa. Esta percepción de la dictadura representa el éxito de un proyecto político-intelectual promovido por los vencedores de la Guerra Civil.
Un intelectual que jugó un papel clave en la promoción de esta visión histórica fue Juan J. Linz, procedente de la nomenclatura de aquel régimen (y más tarde catedrático de Ciencias Políticas de Yale University, en EEUU), quien, en un libro prologado por Manuel Fraga Iribarne (que fue ministro de aquella dictadura), escribió que, aun reconociendo que aquel régimen no era democrático, tampoco se le podía definir como una dictadura totalitaria, es decir, una dictadura que impusiera una ideología totalizante que intentara configurar todas las dimensiones de la sociedad y del ser humano. Era, pues, un régimen autoritario (que Linz definió como “católico, social y representativo”), pero en absoluto una dictadura totalitaria, distinguiéndosela así de las dictaduras comunistas, en las cuales el Estado sí que imponía una ideología totalizante –el comunismo– a todos los ciudadanos. Seguir leyendo →
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