Recuerdos de Castillejos (فندق). Cuarto recuerdo IV

Boni era un tiarrón con el pelo lacio echado hacia atrás, fuertote, atlético, deportista, guapetón, simpaticote, educado y siempre llevaba un lápiz sujeto en la oreja del que se servía cuando ajustaba las cuentas de las compras. Cuando no estaba en la tienda, practicaba el ciclismo con una estupenda máquina de carreras con la que participaba en competiciones durante las fiestas patronales. No estoy seguro si cuando llegué al pueblo ya estaba casado  o se casó unos años después, lo cierto es, que su esposa competía con él en belleza y cualidades. Realmente hacían una estupenda pareja. Poco antes de irme, tuvieron su primer hijo.

Su hermano Pepe era físicamente casi lo opuesto a Boni. También era corpulento, pero no tenía el cuerpo de practicar mucho deporte, sino más bien regordete, incluso, con barriguita,  igualmente educado como Boni y con un amable aspecto bonachón. Como su hermano, también llevaba  lápiz en la oreja para la misma función. Por entonces era novio formal de la hija menor del Rubio, el del bar y hasta que me fui, permaneció soltero. Ambos hermanos estaban entre los 25 y los 35 años y vivían, junto a su madre viuda, en el edificio de al lado de la tienda. Pertenecían a las familias Navarro—Morilla, familias muy conocidas  y queridas por todo el pueblo.

 

Tienda del Boni

El negocio tenía que ser muy fructífero en beneficios porque  unos años antes de irme, ya  lo habían ampliado  hacía un hermoso local  perteneciente al edificio adjunto. Este edificio era de construcción moderna y después de la aduana, era la casa para viviendas, más alta del pueblo, pues tenía planta baja y dos pisos, mas  terraza con una habitación – cobertura para la escalera. Por la pared maestra colindante con la tienda de siempre, abrieron un puerta que la ponía en comunicación  con la amplia habitación que serviría de nuevo negocio en el moderno edificio. Cuando inauguraron la nueva tienda, todo el mundo quedó complacido, tanto por las instalaciones como por el tipo de género a que estaba dedicada; mercería, droguería, perfumería y bisutería, algo totalmente nuevo, con una sección para los productos de mercería y la izqrda de vitrinas acristaladas  para la perfumería y bisutería. Un amplio mostrador con sobre también acristalado para ver, a su través, las bandejas  expositoras de las mercancías a la venta. La tienda era a la vez muy luminosa y trajo un aire nuevo y moderno con respecto a las vetustas  instalaciones de las ya existentes. El éxito del nuevo negocio estaba garantizado y así ocurrió realmente, al punto que no tuvieron mäs remedio que traer un nuevo dependiente para que ayudara a Pepe en la antigua, mientras Boni atendía la nueva ayudando a su esposa que, inicialmente,  era la que despachaba, pero después de tener el crio, lógicamente no podía estar por el negocio.

El nuevo empleado para ayudar a Pepe en el almacén fue mi amigo Antonio (¿o era Manolo?)Borrego  que era el mayor de dos hermanos y vivian en unas casas matas frente al chalet de los catalanes, del que mi madre contaba que un día de los que fue a comprar, una sra, comentaba con otra conocida, que tenía un “juanete” que le daba” muy mala vida, no lo podía soportar y estaba harta de él”,que  la tenía “amargada por los dolores” y que “había días que no podía ni caminar y así no podía vivir”. El ingenuo Borrego que escuchaba la conversación mientras la despachaba, inocentemente le pregunta a la sra.—¿ Juanete es su  querido?… ¡mándelo a la mierda!—. ….La mujer se quedó de piedra, mientras los que estaban presentes, se partían de risa, uniéndose la “sufrida” sra, también a las carcajadas, ante semejante ocurrencia de Antonio.

Por último, no sé si Boni , su sra. o cónclave familiar, tuvieron una feliz idea, de poner a una chica que “cogiera “ puntos de medias, (en aquella época de  escasos recursos se recurría a toda clases de arreglos),   pues era frecuente que, a las modernas medias de “cristal”, (así se les decía entonces a las de nylón,) se les hicieran largas “carreras “ en su  tejido y por pocas monedas las recomponían, cosiéndolas  a mano, con unas agujas especiales y un vaso, aunque más adelante, se mecanizó algo.

Para hacer este cometido escogieron a Trini Santos Guerra, hija de Cristóbal, empleado de la granja de Baeza, para ello, tuvo que hacer su aprendizaje en Ceuta y una vez aprendida y situada en la mercería a un lado del mostrador, estuvo cosiendo medias, con bastante clientela, y ayudando a Boni a despachar, hasta que me fui de Castillejos.

El edificio tenia una puerta grande de cristal con una protección de reja de hierro forjado que daba paso a una amplia entrada con baldosas de mármol color granate en el suelo y hasta la mitad de altura de la pared. En el primer piso izqda..vivía la familia Navarro y al frente, don Antonio Martínez con su esposa y su hijo, al que si se referían a él por Antonio,  nadie hubiera sabido de quién se trataba porque era conocido, “mundialmente,” por Anonín. Las dos viviendas del  piso superior, estaban ocupadas por dos jefes militares, de la que uno de ellos, eran la familia de Gloria Basulto q.e.p.d. estupenda amiga, de la que guardo con cariño una foto que no me atrevo a publicar, que formaba parte del plantel de  la hermosa y preciosa juventud femenina  del Castillejos de aquellos años 50.

De nuevo en la planta baja, después de la puerta de entrada, vivía la numerosa familia Duarte, oriundos del pueblo de Alpandeire  en la provincia de Málaga. Además de los padres, estaba compuesta la familia de seis hermanos:  Antonio,( mutilado de guerra, por la que padecía una visible cojera), José, Tere, Anita y Manolo Duarte. El más pequeño de los hermanos, Miguel, estaba novio con Maruja Santos, hermana de “Charrán” que vivían en el edificio de la granja de Baeza.

Acabando la  bonita casa , continuaba un trozo de calle donde no había edificación, sino el vacio de la  hondonada  de detrás del mercado por donde pasaba el alcantarillado que desembocaba las aguas residuales en la playa. Para no caer en el hueco, la acera estaba protegida por una tapia de  unos 1,50 m de alto,. Este trozo de acera se correspondía con la de enfrente, donde estaba el popular banco del paseo. Terminado ese trozo sin viviendas, venía una serie de tres o cuatro casas, de una sola planta, que tenían la particularidad de estar a más bajo nivel (más de un metro) de la calle principal. Ese trozo estaba protegido por una baranda de hierro para evitar posibles caídas en aquel largo hueco. Para acceder al nivel de la calle, existían unas escaleras, de cinco o seis peldaños,  al final del pasillo formado entre la calle y las fachadas de las casas. Alcanzado el nivel normal  ese abría una estrecha calle que daba a la hondonada ampliándose,  unos metros  más adelante, formando una explanada a modo de calle, que recorría la parte trasera de las casas que venían a continuación, incluyendo el mercado, el café bar Plata y el edificio de la aduana. La verdad es que no recuerdo quienes vivían en aquellas casas. Solo tengo una vaga idea de que, a una de esas casas, creo se mudó el sargento de carabineros sr. Umbría, cuando enviudó, quedándose sus hijos en la  casa- chalet familiar.  Si no me equivoco.

Nada más pasar el estrecho pasillo, una nueva serie de casas de una sola planta e idéntica factura, se adaptaban a la suave curva hacia la izquierda de la calle y  llegaban hasta adosarse con la entrada al mercado. Todas esas casas estaban ocupadas por vecinos marroquíes  y se entremezclaban viviendas, con negocios.  Entre ellas, había una tienda de comestibles, el cafetín de Susi, que generalmente estaba sentado con las piernas cruzadas, junto a una de las mesas colocadas en la calle, sobre la que siempre había un alto vaso lleno de té hirviendo con abundante yerbabuena y con una danza de abejas y alguna que otra avispa, alrededor de la boca del vaso. Para no quemarte los dedos a la hora de coger el vaso para beber, lo sujetaban con  el dedo anular apoyado en el culo del vaso y el “gordo”  en el fino borde del  ardiente cristal. A medida que se iba consumiendo el té, ¡las muy osadas abejas!, se introducían en el vaso para libar, sin inmutarse, a pesar de que te llevaras el vaso a la boca, el dulce néctar de los restos del azúcar que quedaba impregnada en las paredes del vaso y en las hojas de la olorosa yerbabuena. Algunas, más atrevidas, acababan flotando en el té sin que el propietario del  bebedizo, se preocupara de su presencia. Curiosamente, los animalitos no picaban nunca y más bien, parecían contratadas por el propietario del cafetín, como parte integrante del té, para darle ambiente y colorido.

Un par de puertas más arriba, a los dos o tres años de mi llegada, se abrió otro cafetín, de menor dimensiones  que el de Susi, pero tenía el atractivo de haberle incorporado un futbolín, aportando un nuevo aliciente a la juventud  como ya se explicó en otro apartado.

Un par de puertas más y estabas a la entrada del mercado. Atravesabas las dos dobles serpenteantes columnas salomónicas de mármol y por un ancho y corto pasillo con ambas tiendas a los lados, te encontrabas en un patio cuadrangular  con columnas que sostenían una vivienda superior y sobre el patio, una techumbre, a mayor altura, daba luz al interior del mercado y evitaba que entrara el agua de la lluvia. Un pasillo cubierto, daba vuelta a todo el recinto que, a su vez, estaba  rodeado de puestos con diversos tipos de mercancías para la venta y si no fuera porque le faltaban las pilistras, geranios, claveles, y albahacas alrededor de una fuente en el centro, hubiera podido ser perfectamente un típico patio andaluz. Las dimensiones no eran muy grandes pero tenía una distribución equilibrada, simétrica y armoniosa. Todo él se podía contemplar de un solo golpe de vista y siempre tenía un aspecto limpio y ordenado. En el mercado había pescaderías, carnicerías, verduras, frutos secos, sobretodo me gustaba ver y comer la gran variedad de dátiles de todo tamaño y sabor, igualmente, variedad de especias que perfumaba el pequeño recinto  con un exótico olor. Allí se vendía de todo en puestos regidos por moros y cristianos. Recuerdo uno en especial que lo llevaba un nativo de veintitantos años, llamado Butaja, que sus compatriotas  y también algunos españoles, se metían mucho con él gastándole bromas rozándole el cuello con un pañuelo, una cuerda o simplemente la mano, como si de una culebra se tratara, a la vez que le gritaban algo así como: —¡ “La bicha candicha”! (Aicha Candicha),  mientras Butaja se retorcía gritando y haciendo gran espaviento.

El recuerdo más “dulce” y nutritivo  que tengo del mercado es, cuando durante las fiestas de Ramadán, en la acera a la entrada del mercado, se colocaba un  joven marroquí con un mostrador donde vendía dátiles y sobretodo, tenía unas enormes fuentes  repletas de un dulce típico de esas fiestas que nosotros las nombrábamos por “chuparquías”, cuando en realidad se dice “shebakía”. Consistían en unas pastas  redondas con una forma retorcida muy original, que chorreaban  abundante y rica miel a la que no le faltaban un nutrido acompañamiento de las propias abejas que la producían y posiblemente, estaban haciendo su publicidad “subliminal”. Me encantaban aquellos dulces y siempre que podía, me daba un buen atracón de ellos. Los he recordado muchas veces con verdadero deleite.

Fundido con el mercado y no sé si formaba parte de la misma construcción, estaba el “Café Bar Plata” regido, como ya se ha comentado, por el sr. Juan Velasco. Tenía una  fachada muy original y atractiva. Su grupo de arcos con columnas en un estilo árabe moderno muy estilizado, formaba una esquina redondeada,  al trozo de la pequeña calle que formaba el lado trasero  del enorme edificio de la aduana.  Ahí se ubicaba el muelle del almacén donde se guardaban mercancías, supongo que requisadas, y enterrada en el suelo, existía una gran báscula donde se pesaban los camiones.

Toda la fachada, incluyendo la parte interior  que cubrían los arcos, era de “gresite”. El de la parte interior era de un tono “café con leche” (por afinidad a la función del negocio)  y en la exterior de los arcos,” el gresite era “color chocolate” destacando  una franja de un blanco luminoso a modo de borde, de  unos 30 cms. de ancho con la forma que hacia el arco desde la columna, resaltándolo  en el fondo oscuro  del material cerámico. Mesas dentro y fuera, entre los arcos, siempre estaban llenas de clientes  vecinos del pueblo y de los que iban de paso que aprovechaban para tomar algo o comer, mientras arreglaban los trámites del papeleo aduanero. Sin duda, el ”Café Bar Plata” que así se llamaba entonces, era el mejor de todos  y donde te podías encontrar con artistas y gentes importantes de paso a España ó a Marruecos.

El hecho de que durante el periodo de Protectorado la gestión aduanera de paso de mercancías y personas se instalara en Castillejos dió importancia y un fuerte auge económico a un pequeño núcleo urbano, que iba en aumento, a medida que se creaban  pequeñas industrias. Esta circunstancia daba motivo para ir dotando al pueblo que crecía, de servicios, entidades y de edificios que  los albergaran, de ahí que se construyeran la escuela, la iglesia, la Junta  y por supuesto, el edificio que acogiera los servicios de aduanas y a sus  administradores y empleados públicos. Y así se levanta el más importante, emblemático  y bella  edificación que daba carácter y sentido  a Castillejos, ¡La Aduana.!

Desde el café bar Plata, nada más atravesar el ancho de la calle, se levantaba la estupenda construcción de La Aduana. Tiene una estética singular, con una fachada en forma poligonal con cuatro redondos torreones almenados, situados en los ángulos, dos de ellos, con un piso más de altura y múltiples grandes ventanas simétricamente distribuidas que,  en conjunto, dan al edificio el aspecto de un armonioso  y moderno castillo.

En la primera puerta, después de pasar el almacén de la parte trasera, no me acuerdo de  nadie  que viviera o tuviera algún negocio en aquella casa, pero en la siguiente puerta, estaba la droguería de Gregorio en la que habitualmente  le acompañaba su esposa, la sra. Leocadia. Sinceramente, apenas recuerdo nada de esa tienda. Aunque pasaba varias veces todos los días por su puerta, me parece que no llegué a entrar ni tres veces durante el tiempo que viví allí.

A la puerta, entre la droguería y el quiosco del sr. Rafael, “ el Gordo”, se solía colocar el  ya nombrado  sr. Casimiro, vendiendo lotería y el cupón de los ciegos y a partir de ahí, la estructura del quiosco formaba un corto túnel que abarcaba todo el espacio que dejaba la primera torre hasta prácticamente la entrada para subir a los pisos, que se hacía, precisamente, por las torres más altas, mientras  las otras dos,  formaban la parte interna  del salón de las viviendas. Entre la parte trasera del quiosco y la acera de enfrente donde se ubicaban las agencias, estaban situada las barreras de entrada y salida que se abrían y cerraban al paso de los coches y camiones.

En medio de la calle, como separación de las dos barreras, había una construcción con una base ancha redondeada. A  medida que cogía altura  se adelgazaba hasta unos 2 metros aproximadamente, para continuar en forma de poste donde, en lo más alto, dos carteles indicaban la entrada y salida de los vehículos, algo más abajo el cartel  que ponía ADUANA y por último, un gran disco de señalización de prohibido el paso, avisaba a los viajeros que  habían de parar y pasar con sus pasaportes y gestionar su permiso en las dependencias aduaneras, de entrada o salida, según el sentido  a donde se dirigían. La entrada estaba en la planta baja de la primera torre, a pié de calle, pero sus instalaciones comprendían toda la parte baja del edificio hasta la segunda torre de escaleras.

Generalmente, los coches “turismos”, se aparcaban en el borde de la acera,  enfrente al edificio aduanero donde estaban las agencias, correos , etc. cuando iban en dirección a Ceuta, porque en  la acera del edificio, casi a la puerta de la droguería, tenían la parada  los autobuses que hacían el trayecto de Tetuán – Ceuta y viceversa, cuya  compañía de transporte era “La Valenciana”,  y también era la parada de “la Bilbaína”, compañía con sede en Castillejos, que hacía el recorrido Castillejos – Ceuta y viceversa, solamente.

Los camiones, por su envergadura, atravesaban la barrera, previa alzada por un carabinero, para que aparcasen en la gran explanada que tenía capacidad para muchos vehículos. Y al regreso hacia el interior de Marruecos, coches y camiones, tenían espacio suficiente para dejar sus vehículos mientras  gestionaban los documentos en las dependencias de la aduana.

Por entonces, si mal no recuerdo, solo había barco para Algeciras,(España), un viaje por la mañana y otro, a la inversa, por la tarde y era en esos horarios  próximos a las idas y las vueltas, cuando la explanada de la aduana, agencias, bares y oficinas aduaneras, vibraba de actividad y carreras dándole vida y  beneficios  a mi añorado Castillejos.

La entrada a las viviendas de los funcionarios que trabajaban en la aduana, se hacía por las torres de mas altura y se subía a ellas a  través de unas  anchas escaleras de caracol hasta  una primera azotea, donde existías dos viviendas más pequeñas, una por cada lado de las torres mas altas, A partir de la azotea, continuaba la ancha escalera de caracol hasta  una segunda terraza que servía de tejado a las dos viviendas anteriores. En medio del rellano  que formaba el final de la escalera, salía otro tramo de escalera, también de caracol, de espiral más acusada, más  estrecha y completamente de hierro que subía hasta el remate de la torre. Era este tramo de escalera de hierro  la parte más preciada por toda la chiquillería del pueblo.

Cuando ya empezabas a “tontear” con las chicas, siendo aún unos incipientes muchachitos, los domingos, después de salir del cine, solíamos pasear por la calle principal arriba y abajo con la chica que te gustaba y, de alguna manera, era tu primera “novia”. A esa edad tan temprana, con las circunstancias de aquella época, en un pueblo donde todos se conocían y todo se sabía, los noviazgos juveniles eran muy puros,  el solo hecho de agarrarse de la mano, era una gran osadía y  lo tenias que hacer a escondidas como si de un grave pecado se tratara porque, en aquellos años, y más en Castillejos, ¡todo era pecado!  Y no digamos darle un beso, ¡ni siquiera en la mejilla!…¡bueno!,  si lo conseguías, casi te ibas con el remordimiento de si la hubieras dejado… ¡preñada!.. ¡¡Cómo han cambiado los tiempos cuando los críos actuales, con trece años, ya están de vuelta de todo!!

Todo esto viene a cuento por lo que, viene a continuación. Como decía al principio, después de dar varias vueltas arriba y abajo por la calle principal, comprabas un paquete de pipas o cacahuetes, y te sentabas en el banco un rato, si no estaba ocupado. Cuando lo abandonabas al acabar la tarde, de unos y otros, el suelo lucia una tupida alfombra de  cáscaras de pipas, cacahuetes, envoltorios de caramelos y colillas de  cigarrillos. Mientras, habías hecho tiempo para que oscurecíera un poco, de manera que,  si tenias intención de entrar en la torre para subir a la escalera de caracol hasta el final, no te viera  nadie. Previamente merodeabas la zona para  evitar presencias y miradas  comprometidas  y lógicamente, después de hacer la propuesta a la “novia” de subir a jugar, no sin cierta picardía. Siempre íbamos dos parejas y las chicas aparentaban  resistirse  pero, en el fondo, ellas también lo querían con la misma o más malicia que nosotros.

Con la mayor naturalidad y con cierto nerviosismo, subíamos lo mas silenciosamente posible todos los tramos de escalera hasta llegar al rellano donde  se encontraba la de hierro. Una vez allí, los nervios crecían buscando la manera de acercarte a tu chica para darle un beso aunque fuera “robado”, pero entonces, ellas, se ponían a gritar  y corretear de un lado a otro, mientras nosotros intentábamos abrazarlas para poderlas besar, aunque fuera en la cara, ya ni siquiera en los labios, que era lo que deseábamos. ¡¡Imaginaros si hubiéramos querido  hacerlo en la boca y con “tornillo!!”, aunque entonces, no sabíamos que era eso porque no lo veíamos, ni en el cine. Aquello se convertía en un forcejeo inútil que lo único que conseguías era fatigarte, ponerte colorado como un tomate y como mucho, un pequeño roce corporal que después acababas “a tu manera” en el lavabo o en la soledad de tu cuarto.

Cuando bajábamos a la calle, aquello servía de risas y promesas de que la próxima vez, ellas se dejarían, cosa que no ocurría, repitiéndose la misma escena  tantas veces como lo intentábamos….¡¡Es que éramos muy tontos!!

En los pisos del edificio de la aduana, en los que correspondían las entradas por la primera torre, vivía, en el primer piso, el inspector de policía sr, Casasola. Tenia un hijo ya mayor de veinte años, no recuerdo su nombre, y fue quien abrió una sección de Falange en uno de los locales vacio que había en la planta baja del edificio aduanero en la fachada donde estaba la escuela de Erundina. El local estaba dotado con una estupenda mesa de pin- pon y todos sus complementos, además de parchís, damas, ajedrez,  la oca, dominó, libros, y todo lo que pudiera proporcionar distracción  y un lugar de reunión donde pasar las tardes, sobretodo en invierno a los chavales del pueblo, Prácticamente todos pasamo s por allí montando buenas partidas de pin-pon  y disfrutando de los diversos juegos. Nos dieron uniformes, se organizaban marchas  y charlas sobre Falange y el Espiritu N acional. Recuerdo que un año, en la conmemoración de la muerte de José Antº, fundador de Falange Española, que se celebraba el 20 de noviembre, un grupo de los más mayores, fui mos a Ceuta  a montar guardia en la Cruz de los Caídos  que estaba situada a un lado de la puerta de la catedral, en la plaza de África, en el rellano después de  subir un tra mo  de escaleras. Ante las autoridades de la ciudad, se colocaron varias coronas de laurel con las famosas cinco rosas, mientras  nosotros, con otros grupos de Ceuta,  estábamos en formación. Después del canto del “Cara al sol”¡cómo no!, se montaron relevos de vela  ante la Cruz, durante toda la noche. Entre los relevos nos daban chocolate calentito con algunas galletas para entrar en calor. ….¡Era lo que había!

Además de este hijo, el sr. Casasola, tenía una hija muy bonita, rubia, de unos gatunos ojos azules, me gustaba mucho, pero era mayor que yo y  no estoy seguro pero creo que  se llamaba Marisol.

Después estaba la casa de don José Almeida con su esposa e hijos: Manoli, hija mayor  y muy  amiga de su vecina de los “gatunos ojos azules”. Venia  en edad José Almeida Infante (Pepito para los amigos)”colegui” como se dice ahora, de estudios, travesuras,  juegos y fatigas desde que íbamos con pantalón corto, luego bombachos y por último, largos, como mandaba la tradición. Y luego venia Fidel, que por más pequeño, estaba relegado al grupo infantil.

En la puerta de enfrente del mismo rellano, vivía otro miembro de la familia Navarro, En este caso era el propietario de la agencia aduanera “Navarro” situada en la acera de enfrente del edificio  de aduana, donde trabajaba un sobrino Boni, y su hijo mayor, también Boni, que a su vez, eran primos de Boni, el de la tienda. Había otro hermano llamado Paco Navarro Morilla del que no se qué decir de él. Buen amigo y compañero de estudios, partícipe de la mayoría de mis momentos más  entrañables y divertidos  en las múltiples ocasiones en la que compartimos nuestra  infancia e incipiente juventud.

Del resto de las viviendas del edificio, no recuerdo que estuvieran ocupadas en aquellos momentos, salvo una de las viviendas pequeñas de la terraza que tenia la entrada por la segunda torre más alta y era donde estaba la escuela de don Juan y Erundina, a la que íbamos a clase cada tarde.

Hasta alcanzar la independencia y aún en la actualidad, “La Aduana” con sus torres y escaleras de caracol de tan gratos recuerdos, sigue siendo el más representativo y arquitectónicamente, uno de las más notables construcciones de lo que hoy es la ciudad de Fnideq y sigue siendo un hermoso,  orgulloso, querido  y mudo testigo  de nuestro paso por Castillejos.

Luis Torti Gil

( continuará…)

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12 respuestas

  1. Información Bitacoras.com…

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  2. Aprovecho la visita para desearte un PRÓSPERO 2011

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  3. Luis: El hijo del Inspector de Policia Casasola se llamaba Salvador, el Jefe de la Falange, tengo fotos. Y la hija Mariloli. que iba a las clases de Don Juan Villodres Lara – Erundina Enriquez.
    En el año 1956 fuimos a un curso a Tetuán para Jefes de Escuadra y Jefes de Falange, yo conservo este último titulo. Está firmado por Alfonso Sotelo Azorín, Delegado Provincial.
    Angel Umbría

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  4. Jon Kepa: Soy Angel Umbría, me ha gustado mucho entrar en tu blog. Me trae buenos recuerdos. Yo nací en el 41, seguro que tú eres más joven, por eso no te veo. Te quería enviar algunas fotos y no sé como.
    Me acuerdo de Pepito Martinez, Diego Bonillo, Luis Torti, Anonin, Vicente Zaragosí, etc.
    Tuviste una idea muy buena.
    Un abrazo y adelante.
    Angel Umbría

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    • Hola Angel.
      Pues sí, soy un poco más joven ya que nací en el 52 y estuve en Castillejos desde principios del 53 hasta el 59 para irnos después a Melusa, hasta el 62, mi padre estuvo un año más, hasta el 63.
      De los que citas yo conozco a Pepito, hoy José, y a Vicente Zaragozí que debe seguir siendo vecino tuyo a juzgar por tu IP ( lugar desde el que escribes, por sino sabes lo que es la IP).
      Te voy a mandar un correo personal al E-mail que citas y te diré como debes hacerlo.
      Saludos.

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  5. Angel, gracias por las aclaraciones que me haces,lástima no haber estado en contacto antes. Ahora no se si se podrá añadir la corrección .Lo consultaré con J. A. por si se puede hacer algo.
    Un saludo.

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    • Lo que he hecho Luis, ha sido eliminar un comentario que tenías repetido.

      Ahora voy a cerrar el blog que ya es muy tarde pero podéis seguir escribiendo y mañana doy paso a los comentarios.

      Buenas noches.

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  6. Queridos amigos.
    Sigo deleitandome leyendo y releyendo los relatos tan detallados que me hacen revivir aquella época tan emotiva.
    Para todos un efusivo abrazo.
    Diego.

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  7. Holaaa.
    Os tenia abandonados pero no olvidados os repaso casi cada dia ,ahora estoy mas ocupada con mi nieto y antes estaba mal recuperandome y no tenia ganas de nada pero ahora estoy enforma otra vez.
    Estoy deseando que pongas mas fotos ,me da mucha alegria cuando veo caras conocidas y me transporta a los años vividos alli .
    Bueno esperando las fotos a ver que tal.
    Un saludo a todos

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